El paro, la pandemia y la paz reeditan la cuestión social

Fredy Escobar Moncada.

¡Qué manera de cumplir 30 años la Constitución Política de Colombia de 1991! Si faltaba otra muestra del fracaso neoliberal, hoy tenemos una explosión social producto del incumplimiento de su promesa de bienestar. No podía ser otro el desenlace del desmonte y privatización del sector social del Estado. El ajuste fiscal, con la “mejor política social es no tener política social”, optó por la desprotección social cuando apenas terminaba la década de 1980, declarada “década perdida” en la lucha contra la pobreza. ¿Reventó la bomba social? ¿Viene otra negociación? ¿Otro contrato social?

Apenas en 2016, el Estado logró un Acuerdo con las ex FARC-EP que dejó sus armas con el compromiso de la contraparte de construir una paz estable y duradera. El Estado reconoció las causas sociales de la guerra y firmó un Acuerdo que incluye reducir la pobreza en el campo al 50% en 15 años. Contrario a esto, el gobierno actual optó por negar el presupuesto a las aspiraciones populares y desfinanció la paz. Conocedor de que agudizaba las contradicciones sociales, el poder reforzó el ESMAD contra la resistencia social. Así se configuró la perfidia.

El Estado reconoció además que la represión ha sido sistemática en la atención de la cuestión social convirtiéndola en causa y factor de persistencia del conflicto bélico. Lejos de una política de bienestar para el control social, el establecimiento usa la represión. En 2016 se encontraron fórmulas para terminar la violencia y por esa razón se firmó la apertura democrática y las garantías en las manifestaciones de la inconformidad social en la calle. Una vez más, la promesa incumplida deslegitima el poder, agudiza las contradicciones de clase y propicia la confrontación violenta.

En esta coyuntura, el gobierno utiliza la pandemia en la explicación del incremento de la pobreza y con ello justifica la reforma tributaria para financiar ayudas. Es obvio que la pandemia suma elementos a la cuestión social y aún falta por aprender de esta realidad. No está claro, por ejemplo, la atención a los problemas sociales desde la virtualidad. El trabajo social y el aislamiento social son casi una contradicción. Pero más allá de las novedades, con el virus se profundizan las relaciones desiguales generadas al interior de la sociedad colombiana y que arrastra desde sus inicios como formación social. El fracaso neoliberal no lo pueden ocultar con el virus; con el aislamiento crece la vulnerabilidad de quienes viven solo del trabajo. Sin embargo, los mismos informes oficiales dan cuenta del crecimiento de la pobreza antes de la pandemia.

Para terminar, no es gratuito que una parte de la convocatoria del paro la motive una reforma tributaria que financie al Estado. Hoy con más precisión podemos hablar de las inversiones de la cuestión social. La agenda social está clara pero siempre se queda desfinanciada, como se ve en la Constitución Política de Colombia de 1991, el Acuerdo de Paz y otras negociaciones Estado-Pueblo. Superar los acuerdos anteriores a esta coyuntura es reclamar el presupuesto para atender la cuestión social. Y es aquí donde ya estamos hablando de que necesitamos otra sociedad muy distinta a la sociedad neoliberal y otro tipo de poder.