Rubín Morro, 13 de noviembre 2020
Cuando nos invitaron como Comisión Nacional de Comunicaciones del partido de la rosa, lo primero que hicimos fue indagar con una compañera. Nos comentó: “eso queda en un extremo de Usme, allá, atrás de todos“. Y añadió: “es un barrio de invasión de gente humilde desplazada forzadamente por la guerra de sus territorios, desarraigada de sus hogares“. Entonces, pensé, ya lo entendemos todo, en dónde queda.Vamos para allá.
El barrio Tocaimita está ubicado sobre la antigua Vía al Llano, en la parte oriental de Usme, limitando con el barrio Sierra Morena. Hasta acá llega el pavimento y el ordenamiento territorial urbano de la ciudad de Bogotá. De ahí en adelante, sobre una barranca y el basurero del barrio Tocaimita, hasta allá no llegan los camiones a recoger la basura. Entonces los habitantes de este asentamiento la arrojan a la quebrada San Pedrina, provocando una contaminación enorme y un daño al ecosistema que se extiende hasta Usme en la parte central. Allá abajo están los edificios adoquinados y las aceras bien delineadas. Arriba, en la cordillera, medias casas destartaladas, llenas de niños mal alimentados, semidesnudos y perros, que los hay en abundancia.
Este asentamiento marginal urbano está compuesto por personas desplazadas por la violencia política. Nos encontramos con chocoanos, indígenas, paisas, putumayenses, de muchas regiones donde la muerte los obligó a salir sin futuro y a la desesperanza; tirándolos a estas faldas que se desmoronan con el paso del tiempo. Nos comentaba un vecino que “la policía no subía por lo pendiente de la carreterita destapada con curvas cerradas y lizas”. Añade que “nosotros arreglamos esta vía al interior de la sierra a pico y pala. Construimos el alcantarillado que baja por el centro de la carretera de acceso al barrio, pues nos lo dejó sin terminar la alcaldía y ahora las aguas negras, al taponarse el canal, brotan por esta calle cuesta abajo, provocando olores horribles que afectan la comunidad y sobre todo ancianos, niños y adolescentes”.
Estos habitantes, víctimas del conflicto social y armado, viven en unas condiciones infrahumanas gravísimas. Sus casas son construidas con chatarra, pedazos de tablas, jirones de carpas de camiones, latas enmohecidas, llantas viejas, retazos de telas gruesas. El agua es muy escasa y una desventura total ignorada por una sociedad mezquina y unos gobiernos indolentes que los echó a su suerte y a vivir de migajas.
Los habitantes de este barrio han buscado su legalización, que se les reconozca su derecho a la vivienda y procurarse una vida digna. Al respecto nos comentó un vecino de este asentamiento:
“La verdad, compañeros, hace rato las autoridades del distrito están buscando cómo nos sacan de acá y tumbarnos los ranchitos”. Nos aclaró que precisamente ayer la guardia indígena de Tocaimita le decomisó unos documentos a un funcionario de la alcaldía, donde les pedía que firmaran para una reubicación; y que ellos manifestaron que era una forma de ‘trampearlos’ para sacarlos. Que ellos le habían exigido al funcionario una mesa de diálogo para tratar el tema de la vivienda y devolverle dichos documentos.
Otra señora nos dijo:
“Está bien que existen normas legales a las que debe darse el respectivo proceso, pero las autoridades deben priorizar el derecho a la vida y a la vivienda y los servicios públicos básicos. Por eso, señor, estamos acá todos los vecinos limpiando colectivamente la cuenca hídrica de la quebrada San Pedrina, sacar la basura esparcida por el viento y las lluvias, colocarla cerca del límite con Sierra Morena y pagar un carro para que venga a recogerla. Con esta llevamos tres ‘mingas’ para recoger la basura”.
Finalmente, funcionó la “olla comunitaria”, con delicioso sancocho para todos los vecinos y se hizo entrega de 30 mercados donados por los ex guerilleros y ex guerrilleras de las extintas FARC-EP, que peregrinaron por toda Colombia desde el 20 de octubre hasta el 5 de noviembre POR LA VIDA Y POR LA PAZ. La situación de este barrio debe solucionarse mediante el diálogo y el consenso civilizado. Las leyes no pueden estar por encima de los derechos de las personas.
La lluvia se acercaba en el horizonte. La tarde su puso gris, ya caían las primeras gotas gruesas de agua. Los vecinos arrastraron loma arriba con ollas vacías y la gente desaparecía entre las puertas provisionales de sus casas, con sus perros como fieles guardianes y la desesperanza tan alta como los eucaliptos en la cima de la montaña.