A 30 años de la ANC. El espejo roto de la historia y el grafitar de la primera línea

A 30 años de la ANC. El espejo roto de la historia y el grafitar de la primera línea

Por: Isabel Fonseca

Más de dos meses han pasado desde el inicio del Paro Nacional en Colombia y, aunque la Dirección Nacional responsable de la convocatoria decidió  buscar otras formas y escenarios de lucha, por la creciente e impune represión del Estado; el conflicto social mantiene encendidas sus antorchas, iluminando una cotidianidad que dejó de ser cotidiana.

A más de las huellas trágicas que enlutan a cientos de familias, de las disímiles circunstancias que trasiegan quienes están buscando a 75 personas desaparecidas, de la dolorosa e irreparable ausencia de las 84 vidas asesinadas,  de la discapacidad visual con que tendrán que existir las 70 víctimas  de esa agresión policial, del trauma que pesa en el alma de las 28[1] mujeres violentadas sexualmente, de la persecución política, judicial, mediática y militar, dirigida desde el Estado contra lideresas, líderes y organizaciones, que participaron de esta batalla heroica por la vindicación de derechos comunes; más allá de la horrible noche, hay una intuición colectiva, un sentimiento compartido y una esperanza transformadora, que rompió el espejo donde se reflejaba la historia de Colombia.

«Ya no es el mismo pueblo», le oí decir a una compañera, cuando revisábamos las participaciones, aportes, orgánicas, dinámicas, mecanismos para la defensa colectiva, denuncia y difusión, que fueron creándose y recreándose en esta coyuntura.

Y, es que resulta una complejidad muy profunda, porque lo que en realidad sucedió es que el llamado a «Paro», realizado por centrales obreras, estudiantiles, magisteriales y transportadoras; se convirtió en una  movilización multitudinaria generalizada, donde salieron a la luz múltiples opresiones que el régimen oligárquico santanderista había sabido mantener en el Punto Ciego de la perspectiva política nacional e internacional.

Además, esta movilización multitudinaria generalizada, se apropió del primer plano y asumió protagonismo, evidenciando la existencia de una nueva vanguardia: la vanguardia colectiva y diversa.

¿Quiénes dirigen el Paro? Era una pregunta que constantemente se formulaba, desde diferentes espacios y por infinidad de personalidades, tanto en la derecha, como al centro y en la misma izquierda; en esa lectura pasada de moda que centra el protagonismo en sujetos individuales, organizaciones o partidos.

El Gobierno, en pleno descalabro y al más típico estilo de sus falsos positivos, quiso imponer paternidades para desmontar la protesta, desde un viciado acuerdo con  quienes, afanosos de asumirse liderazgos populares que nunca trabajaron, carecían de reconocimiento en las calles.

Les ha costado entender, al Estado neogranadino, a esos autoproclamados dirigentes  y a la izquierda ortodoxa, que esas multitudes no tienen, ni quieren, ni necesitan,  una paternidad; pues, han sido paridas y criadas por la innegable madre historia; esa fémina que nunca repite una órbita de su andar espiral ascendente  y que, aunque parezca copiarse, sólo retorna  como tragedia.

Y, es una tragedia para quienes creyeron que podían seguir dominando a la multitudinaria y diversa puebla colombiana y, ahora, tiemblan ante las inevitables elecciones de  2022. Es una tragedia para quienes se acostumbraron a interpretar la realidad social desde las sombras que esta proyectaba en sus cuevas; y, ahora, se devanan los testículos, buscando una fórmula para salir de las cavernas y aprender a caminar al paso de las multitudes.

Sin embargo, es una tragedia que puede enlazarse con una gestación y propiciar el parto de la Nueva Colombia, siempre y cuando seamos capaces de superar el miedo a mirarnos en un espejo roto.

Mirarnos en ese espejo roto que hoy refleja una imagen multidimensional de la realidad colombiana, donde rebota un conflicto existencial, no sólo clasista, sino entre una nación y el Estado, antes que traernos siete décadas de mala suerte, más bien puede tributarnos cien años de  juntanza, en ese trasegar que debemos recorrer para salir del laberinto trazado por el espectro de Santander y sus descendientes.

Los dolores y las tristezas seguirán ahí, en cada una de nuestras vidas, porque somos una generación que heredó la opresión patriarcal, capitalista, imperialista, belicista, contra natura y decadente. No obstante, somos la generación que se refleja en el espejo roto que  vivencia otra historia.

Este  2021, justo al cumplirse los 30 años de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC),  las flechas del inconsciente colectivo multitudinario apuntaron su primera línea y grafitaron en las calles un blanco: otra legislación que tenga como sujeto central los derechos y necesidades de las  mayorías.

¿Casual o causal? Tal vez, ambas. Viene el 2022, saltemos sobre la tragedia, reconozcámonos en la vanguardia colectiva y diversa, ganemos el Congreso Nacional, retomemos el espíritu constituyente de la Séptima Papeleta, y colguemos en sus puertas un espejo tornasol.


[1] Data rastreada entre el 28 de abril y el 30 de junio de 2021, desde el portal Defender la Libertad/Asunto de todas.



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