De la Rhinella horribilis a la rattus rattus, la metamorfosis del uribismo

De la Rhinella horribilis a la rattus rattus, la metamorfosis del uribismo

Thomas Gutiérrez

El reino de la política y el reino animal se parecen demasiado, tanto así que se podrían utilizar símiles que suelen ser bastante ilustrativos para referirse a personajes que encarnan, ya sea por su conducta o por sus propias características a muchos animales. No es muy difícil identificarlos, pues existen desde hace bastante tiempo en la vida política de nuestro país.

Dentro de estos podemos nombrar al lagarto, un personaje que suele aparecer en salones de fiesta –en ocasiones sin ser invitado-. Se le identifica porque se inmiscuye en las conversaciones más íntimas, posando de intelectual o de creerse el más comprensivo de los invitados. Su elixir mayor es pretender mostrarle a los demás que es quien más se divierte en esos lugares. En lo político, el lagarto apela a la adulación de quien ostenta el poder. Casi siempre su propósito es bien pago con algún contrato de no poca valía.

Tenemos también al conejo. Ese es aquel que no paga lo que debe. Son como aquellos políticos que se inventan villas y castillos en campaña, pero cuando acceden al poder pierden la memoria, olvidándose de sus fantasiosas propuestas. Quien hace conejo, engaña.

Quien se pavonea no es otro que el pavo, quien milita en el partido del orgullo de los poderosos. A pesar de su origen, se acomoda sin ningún problema a quien está desde el poder dirigiendo. Se muestra complaciente con éstos, mientras utiliza la intransigencia con los débiles. El pavo real se siente incólume e imprescindible, pero pierde íntegra su dignidad cuando no entiende que lo utilizan y se presta para castigar a su propio pueblo. un rotundo desclasado.

Por último, encontramos al golero o buitre. Carroñero por naturaleza, político que juega con la ingenuidad del pueblo. Se presenta como luchador contra la corrupción. Solo es sino llegar para raspar de lo poco que ya otros con su desmedido apetito se han logrado apropiar.

Pero ni el lagarto, ni el conejo, ni el pavo y mucho menos el golero logran compararse a la codicia y ambición de esta especie que en mala hora apareció en la vida política nacional, ensalzándose como salvadores de la patria, los galimatías, los eternos iluminados, los grandes impolutos, que con deliberada saña han gobernado desde hace ya bastante tiempo el espectro político en este país.

Esta secta política, cuyos partidarios podrían también tener genes de foca, pues aplauden al unísono las aberraciones de su jefe, tiene por demás aspectos muy parecidos a las del Rhinella horribilis o sapo gigante panameño. E inclusive, el uribismo podría reformular su estrategia de marketing cuando su mesías ya no esté y utilizar como símbolo, no su corroída efigie, sino la imagen del batracio en mención.

El Rhinella horribilis cuenta para su defensa con un poderoso veneno que contiene bufotoxina que es capaz de causar paro cardiaco a otros depredadores. El uribismo cuenta en su historial con el veneno de la política de “seguridad democrática”, estrategia con la cual más de 6400 personas fueron asesinadas y después presentadas como muertas en combate, en los llamados “falsos positivos”, según la JEP.

El sapo gigante panameño puede multiplicarse exponencialmente. Según expertos vive hasta 16 años. En su madurez sexual puede producir hasta 30.000 huevos de una sola vez y puede desovar hasta dos veces por año. El uribismo, por su parte, ha logrado establecerse en el poder por más de una década. Funda su existencia como partido sobre una gigantesca estrategia propagandística, y a través de la manipulación mediática ha logrado diseminar el fascismo como ideología en gran parte de la población. Sin duda, para esto ha contado con la participación de grandes corporaciones comunicacionales, con la cual ha sumado no pocos seguidores, cuyo fin circunda la voluntad del patrón, el dueño de las crocs que sin ruborizarse manda a disparar.

Por último, el Rhinella horribilis se caracteriza por ser una máquina de tragar. De hecho se dice que puede comer cada cosa que se encuentre a su paso, desde piedras, hojas, huevos, cucarachas y hasta carroña. El uribismo también cuenta con esa particularidad. Es un partido que puede tragar todo lo putrefacto que se le atraviese (“Ñeñe” Hernández, Salvador Arana, Mario Uribe, entre otros) y por supuesto devorar como ya es su costumbre, en nombre de los “ciudadanos de bien”, el erario público (caso Agro Ingreso Seguro), ocultándose siempre bajo el amparo de la impunidad más vergonzante.

Pero lo más peligroso del uribismo es el poder que tiene de aparecer en cabeza de su jefe como salvadores de la patria y de creerse exorcizadores de “demonios” fabricados en otros países. Pero idénticamente al Rhinella, su propio poder suele ser al mismo tiempo el inicio de su debacle. Este sapo puede tragarse a otros sapos de su misma especie y estallarse en pedazos. Fácil resulta darse cuenta que, al igual que el sapo panameño, el uribismo está a punto de estallar, todo esto después de alcanzar el clímax político con la elección del delfín del amo del ubérrimo.

En este sentido, creyeron en 2018 estar viviendo la gloria del Olimpo, y en el eterno sueño de su bacanal se olvidaron del pueblo, de tal forma que la ceguedad de su prepotencia los invadió. La torpeza de sus acciones los desnudó y la desconexión con la realidad hizo mella en sus miopes e incompetentes funcionarios.

Pero la actual coyuntura ha logrado que en el uribismo se efectúe una especie de metamorfosis bastante singular, que ocurre cuando del Rhinella Horribilis pasan al Rattus Rattus, o lo que es lo mismo, pasar del sapo gigante panameño a la rata común.

Esa metamorfosis desde hace cierto tiempo viene en proceso. Pudo haber comenzado desde el momento en que se dieron cuenta de la inutilidad e ineficiencia del otrora mejor representante de la nueva generación de este partido, algo así como el delfín del uribismo 2.0, o desde que vieron que la anaranjada visión económica de éste no era más que un desaguisado, o desde que su errática política internacional daba tumbos como producto de su grosera injerencia en los asuntos internos de otros países, como cuando tomó partido en las elecciones gringas o cuando al ritmo del ineficaz “concierto por Venezuela” sentenció con voz de estadista trasnochado: “a Maduro le quedan muy pocas horas”. O, finalmente, esa transformación pudo haber comenzado cuando notaron que el susodicho no era precisamente una lumbrera ideológica y su estampa de “presidente perfecto” naufragaba poco a poco en la precariedad y poca astucia de sus reflexiones.

Debemos señalar que las estrategias de la rata son aún más agresivas que las del sapo Rhinella, porque al menos este último es una máquina de tragar. Pero la rata asume el canibalismo de manera instintiva e incluso en muchos casos las ratas más pequeñas son devoradas por sus padres. Transpolando esto a la dimensión política, se observa cómo desde el propio partido de gobierno hacen leña del árbol caído y las grietas se empiezan a hacer cada vez más evidentes en la coalición anti-Petro que los llevó al poder. El costo político que implica estar con Duque es demasiado alto y el uribismo lo sabe. Por ello, es natural que los que antes parecían incondicionales, hoy prefieren desligarse de su incompetencia.

Lo peor de la Rattus rattus es su orín con el cual sabotea todo aquello de lo que no puede apropiarse. Su orina es capaz de producir leptospirosis, enfermedad letal si no se trata a tiempo. Así mismo, en lo político, el uribismo más recalcitrante sabiéndose ya perdido en las elecciones venideras intentará contaminar hasta donde más pueda. Esto incluye las FFMM, los órganos del ministerio público y el control del Banco de la República, entre otros.



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