Rubín Morro
Hace un par de meses me dijo un integrante del Consejo Político Nacional del partido FARC: “Nunca me había tocado sepultar tantos compañeros como en esta llamada paz, ni siquiera en la guerra”. Y es que la realidad rebasa la misma realidad. Una persona normal reflexiona y concluye fácilmente: Sólo en la guerra se muere la gente. Pero en pleno proceso de paz, otra es la realidad en Colombia. Son cientos los asesinados, desaparecidos amenazados y desplazados con una minuciosa planificación sistemática a “cuentagotas” y van desangrando la paz, es una muerte lenta. Sin afanes van llevando a la desesperanza y la incertidumbre. Es posible que no haya masacres de ex guerrilleros, han cambiado la ecuación del exterminio, a “cuentagotas” de la muerte pero el Excel activo de los asesinatos cada día sube en sus dígitos de sangre.
En efecto en el conflicto social y armado hubo muchos muertos de todos los lados, hasta de inocentes, por lo que encarna en esencia la guerra cayeron, unos quedaron en las estadísticas oficiales, otros en la memoria y miles yacen en el anonimato y son testigos de la excepción del horror y la barbarie. La farianidad pactó la paz porque nunca hemos querido la guerra y atendiendo el clamor nacional a la convivencia y a la reconciliación. Nos decía el establecimiento en los fines de año. –¡Guerrillero desmovilízate tu familia te espera!, y hasta balones con el autógrafo del “Pibe” Valderrama nos lanzaban en la selva. –¡Guerrillero desértate!. Colombia los espera con los brazos abiertos. y bajamos de la sierra, del litoral, de los valles y también de las ciudades, donde miles respaldan nuestra decisión de paz, pero también de las manos asesinas hemos recibido amenazas, plomo y exterminio.
El “cuentagotas” de la muerte se activó con el guerrillero Johnny Manuel Therán Castel y la guerrillera Mónica Sánchez asesinados el 13 de noviembre de 2016, en Santa Rosa Bolívar, cuando apenas iniciábamos la marcha hacia los Puntos de Preagrupamiento Temporal (PPT), en pleno desarrollo del Cese del Fuego, Hostilidades, Bilateral y Definitivo (CFHBD) y desarrollo de toda la actividad Tripartita del Mecanismo de Monitoreo y Verificación. En aquella época por falta de “Garantías de Seguridad” este mecanismo no pudo aclarar los móviles de los hechos, pero la sociedad civil sí constató que fue un claro asesinato del Ejército. De todos modos, el proceso de paz continuó. Estos asesinatos crearon en su momento una desconfianza que aún mantiene.
El cierre de la “Dejación de las Armas de las FARC-EP), fue el 20 de junio de 2017, en la ZVTN de Buenavista en el Meta. Ahí iniciamos nuestra etapa de desarme, cambiamos las armas, por la fuerza de la palabra. Ahí comenzó nuestra esperanza de paz, nuestros anhelos de reincorporación integral a la sociedad civil, pero también nuestra incertidumbre de caer asesinados como había pasado en anteriores procesos donde la traición y la perfidia se había consumado. Y efectivamente, habían pasado apenas 23 días de haber dejado las armas, cuando caía asesinado Juan Fernando Amaya Valencia, en Ituango, el 12 de julio de 2017. Pasaron 9 meses relativamente en calma, este macabro “cuentagotas” de la muerte y el 4 de abril asesinan a Luis Alvarado Ortiz Cabezas en Tumaco Nariño, es acá donde se abre la llave a “cuentagotas” de sangre. En 2017 asesinan 35 ex guerrilleros, en 2018 a 64, en 2019 a 73, en 2020 ya van asesinados 15. Total: 189, con Astrid Conde Gutiérrez, asesinada en un parque de Bogotá el 3 de marzo del año en curso. Ya son veintenas las viudas, huérfanos y huérfanas, que han enterrado sus padres, como en las peores guerras.
No nos queda ninguna duda, es una acción criminal, sistemática de exterminio contra los firmantes de la paz, lideresas, líderes sociales y Defensores de Derechos Humanos. La única solución de parar toda esta guerra es un cambio en la correlación de fuerzas políticas en el poder y la movilización en las calles. Es vuestra esperanza de paz. Este “baile de sangre de los señores de la guerra” no va a parar, sólo unos cambios estructurales en el Estado lo harán posible y una ”Nueva Doctrina militar” que prohíba la concepción de “enemigo interno”. Que haya un Estado sólido con pleno control de las armas, una justicia plena y con el debido proceso, unas finanzas públicas centralizadas, unos entes de control poderosos y no roscas para condenar a los de “ruana”, cárcel sin piedad para los corruptos. De no ser así, arrastraremos el lastre, el cual hemos cargado por más de cinco siglos. Seguiremos en la lucha por la paz, tal como nos comprometimos con la sociedad. No podemos negar que es bien complejo, y sobre todo con un gobierno que no quiere integralmente implementar el Acuerdo de Paz. “Tenemos obvios temores de que un día no regresemos a casa”, como les ha pasado hasta hoy a los 189 ex guerrilleros asesinados. Fuimos hijos de las adversidades, solo que ahora desarmados en construcción de la paz estable y duradera. #No AsesinenLaPaz. #ElParoSigue.#QuePareElExterminioDeLaPaz.