Se les ha visto por aquí y por allá cocinando comités electorales para cambiar a Locombia, para ponerla al derecho. Andan haciendo colectas, rifas y otros «emprendimientos» para recoger plata y desplazarse hasta Colombia a votar por Petro y Francia. Se mamaron de que nadie les pare bolas; demandaron al Estado, apelaron a la Convención de Viena, se reunieron con varios dirigentes, salieron en prensa y nada, indiferencia total frente a la situación de violación de sus derechos políticos por parte del gobierno de Iván Duque Márquez.
Así es que, parafraseando parte de la declaración del Comité Petro Francia en Maracaibo: como colombianos y colombianas, motivados por la fuerza del cambio, la esperanza de participar con su voto y trabajo político con las comunidades, decidieron asumir con valentía los riesgos y dificultades económicas para votar masivamente este 29 de mayo; riesgos mayores, sobre todo para la población que fue víctima de violencia y tiene condición de refugio en Venezuela, exponiendo su vida para ejercer un derecho.
Y aunque el esfuerzo de los grandes medios en los últimos días es notorio para propagar el miedo y la xenofobia, este gentío, en su mayoría binacional, esperanzado en el cambio, sabe que, si no dan el golpe de timón Petro y Francia, la implementación del Acuerdo de Paz, la tierra, el bienestar colectivo, la democracia, el trabajo, la salud, la educación y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales de las dos naciones hermanas, seguirán siendo esquivos.
Si paramos la oreja se escuchará a las feministas contando en alguna calle de Caracas cómo una mujer del común, negra, madre adolescente, trabajadora doméstica, estudiante nocturna y dirigente comunitaria, se encuentra preparada para asumir la vicepresidencia de su país. Si paramos la oreja, se escucha cómo la unidad de la izquierda colombiana, luego de varias décadas de desencuentros, se va tejiendo poco a poco desde abajo, recobrando la confianza, la amistad y el empeño.
Se percibirá como paisaje sonoro de la organización de estos comités electorales, los pitos de los carros citadinos, el oleaje del mar Caribe, un rayo espeluznante y restablecedor de la vida, el rumor del Orinoco extendiéndose una vez para el abrazo, porque la reconciliación, la paz y la mayor suma de felicidad deben ser el destino de este pedacito de humanidad que se niega como Bolívar a que le dividan las montañas, los caminos y el alma.
Si usted es también colombiano o colombiana, vive en Venezuela y quiere que Colombia cambie, pare la oreja, la cosa se mueve, se mueve; de pronto se anima a juntar a Raquel y a todo aquel, porque al parecer vivir sabroso es una obra colectiva, pues no ha funcionado delegar el poder, ni vender el voto, ni mirar para otro lado; la historia indica que todos y cada una somos claves en la reconstrucción nacional:
¡Pa´lante es pa´llá!
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Tomado de: http://ciudadccs.info/2022/05/16/sentido-comun-en-que-anda-la-colombianidad-en-venezuela/