20 Sep Las medidas de fuerza militar nunca han sido la solución
Rubín Morro
La decisión de recurrir a la tan anhelada y obsesionada “asistencia militar” al patrullar las calles de Bogotá y otras ciudades es otra equivocación del Gobierno Nacional. Ese desfile militar lo que hace es alertar a la delincuencia para que se vaya a hacer daño a otros lugares. En otras palabras, es “arar en el mar”.
Se nota el desespero del fallido gobierno del Centro Democrático y su delegado huésped de la Casa de Nariño. Medidas equivocadas y tardías en una Colombia atollada en la crisis social en todas sus formas y expresiones, y como si fuera poco, en una nueva guerra de enormes proporciones que crece como la espuma de un caudaloso río. Un monstruo de mil cabezas, muy a pesar y lamentablemente cuando hace apenas cinco años logramos un Acuerdo de Paz; después de una guerra del Estado con la otrora insurgencia de las extintas FARC-EP. Un proceso de paz que se sostiene en medio de las adversidades, la desfinanciación, la simulación de una eficaz implementación y de que el Gobierno, en toda su incapaz gestión, se ha dedicado a “torcerle el pescuezo” y hacerlo trizas.
Ahora se les ocurrió, después de tantos desaciertos y ensayos, recurrir a la “famosa asistencia militar”, muy bien presentada, por cierto, con toda la acción mediática y farandulera del momento. Imposible controlar una delincuencia en la ciudad como Bogotá, de millones de habitantes y población flotante. Porque, mientras se está patrullando en Patio Bonito, atracan unos comensales en un restaurante en el norte de la ciudad, y así seguirá en adelante. Las bandas criminales operan en toda Colombia. La vistosidad de los patrullajes lo que hace es prevenir, alertar y se quiere orientar a los delincuentes, en donde pueden actuar. Los patrullajes pueden ser una medida bondadosa, pero ilusa e inútil.
La crisis social, que ya es una debacle humanitaria, tiene, y así suene a disco rayado, sus causas que también son sociales, políticas, económicas; dicho en palabras populares: exclusión, falta de oportunidades, abusos, privilegios del poder, corrupción, pobreza, miseria, su modelo neoliberal, cánceres sociales congénitos al arcaico establecimiento colombiano. Es acá donde radican las soluciones estructurales, que el Estado nunca ha entendido, ni tiene la voluntad de hacerlo y menos ahora que el señor Duque comienza a despedirse de su reinado. Entre otras cosas, porque no es un problema de este gobierno, sino de la estructura de esta vieja maquinaria politiquera que nos gobierna.
La única solución real y posible es política. No existe otra que solucione esta crisis social y de inseguridad total. No es con militares en la calle, ni comprando costosos equipos, ni asesores extranjeros, ni uniformes nuevos, no puede el Estado seguir “buscando el ahogado río arriba”.
Es que en Colombia no se gobierna para las mayorías. Se legisla y gobierna para favorecer a quienes detentan el poder. A las mayorías nos someten. ¿Qué se ha hecho por la renta básica para más de la mitad de la población en la pobreza, según el mismo Dane? Dice el mismo departamento de estadísticas oficiales que mejora la economía. Sí, claro que mejora, para el gran comercio, la industria y que no aparece el empleo, dicen… y ¿cuántos millones de desempleados hay en Colombia? Miles y son población vulnerable. Miles de familias en nuestro país no tienen las tres comidas al día. Hay millones de compatriotas que viven de lo que consigan en el amargo diario vivir. Esto tiene que necesariamente generar violencia social, sin negar que existen bandas de delincuentes que por supuesto deben ser combatidas y judicializadas por las autoridades.
Colombia debe apersonarse de la construcción de su presente y su futuro, no el de unos cuantos, sino el de las mayorías. El Acuerdo de Paz, construido en Cuba entre el Estado colombiano y la extinta insurgencia de las FARC-EP, dio como resultado cinco acuerdos esenciales: (Hacia un nuevo campo colombiano) Reforma Rural Integral (apertura democrática para construir la paz), Participación Política, Fin del Conflicto, Solución al Problema de las Drogas Ilícitas, Acuerdo Sobre las Víctimas del Conflicto. Con seguridad el más grande acontecimiento político de los últimos tiempos en la búsqueda de la paz para nuestro pueblo.
En este Acuerdo Final de Paz no sólo se acabó con una guerra de más de medio siglo, sino que además se destruyeron más de 9 mil armas, 48 toneladas de explosivo, entre otras cantidades de material bélico, armas que jamás volverán a la guerra. También están estipuladas en los cinco acuerdos unas recomendaciones vitales para sacar el país de la problemática social y del atolladero en que pretenden los gobernantes de turno eternizar en contravía de lo acordado con su mismo Estado, queriendo echar a la basura los anhelos de paz de las mayorías, de las víctimas, que ya no son los siete, sino 9 millones de personas revictimizadas.
Todas las recomendaciones que el Estado permitió incluir en lo pactado son fundamentalmente políticas, porque las causas fueron políticas y los efectos también lo son. Es por eso que las soluciones no pueden ser militares, asignándoles a unos generales un trozo de ciudad para controlar la delincuencia. Es una ilusión que se devolverá como un ‘boomerang’. Es imposible controlarla con soldados desfilando por las calles.
Se necesitan reformas profundas estructurales de la maquinaria del Estado: un nuevo campo colombiano, equidad económica, democracia participativa, paz completa, solución al problema de las drogas ilícitas, aporte de la verdad plena y reconocimiento de responsabilidades de todos los actores en la guerra, reparación integral a las víctimas y sobre todo garantías de No repetición. En otras palabras, implementación integral del Acuerdo Final de Paz. Con seguridad que con estas recomendaciones democráticas lograremos una patria amable y en paz.
Finalmente, las soluciones de fuerza militar no han servido para nada positivo en Colombia. Es lo que siempre ha demostrado la historia. La violencia y el abuso del poder crean manifestaciones violentas en una nación extremadamente desigual, donde los ricos son cada vez más ricos y donde los pobres cada vez más en la miseria. La construcción de la paz es un asunto de toda la sociedad en su conjunto, como lo destaca en una de sus líneas el Acuerdo de paz. La paz y la vida digna triunfará a pesar de las adversidades.