21 Sep “La puso muy alto, hermano”
[et_pb_section][et_pb_row][et_pb_column type=»4_4″][et_pb_text]Rubín Morro
Quiero publicar este artículo que escribí para Jorge, el 15 de septiembre de 2016, como como homenaje a sus cualidades de hombre ejemplar como revolucionario, humanista y solidario.
Víctor Julio Suárez Rojas, Jorge Briceño, el Mono, nuestro querido comandante inquebrantable, nos enseñó hasta dónde puede llegar la fuerza de la conciencia y moral revolucionaria. Con unas cualidades de formador y conductor de hombres libres, pero además con una visión humanista ejemplar.
Querido Mono, yace en el recuerdo presente del tiempo su estampa guerrillera, su Che en lo profundo de su corazón, su bizarría en los agrestes Andes, en la cordillera de sus tempranos años. Tú estás en el centro del crisol libertario, en el alma de cada combatiente, en el recuerdo tierno de las guerrilleras, en el infinito amor del pueblo, en las selvas colombianas, en las ciudades, donde quiera que falte un brazo solidario y combativo, ahí estará por siempre su puño en alto, la espada de Bolívar.
En la trashumancia guerrillera tuve la oportunidad de compartir con algunos guerrilleros y guerrilleras que estuvieron los últimos instantes con el sempiterno capitán, nuestro querido Mono, como le decíamos todos. Me impresionó cómo todos y todas lo adoran con el más infinito sentimiento revolucionario. Pude ver en todas las aulas, en sus periódicos murales, fotos y frases al Mono por doquier. Es presencia diaria su mensaje y espíritu guerrero.
Al referirse a él, muchos lo hacen con la más hermosa ternura y no ocultan el llanto al evocarlo. Singulares relatos del comandante caído. Se encuentra el aura del Mono en todos los apuntes y cuadernos, en las gorras. Pude ver fotos inéditas de él, sus escritos y audios, lo que cuidan como el más preciado tesoro.
—“Es su imagen y sus cosas y nos pertenecen”,me dijo una joven guerrillera que estuvo en su seguridad.
Le pregunté a cualquier ocasional guerrillero o guerrillera, me respondían:
¿Qué especialidad tiene usted?
—yo soy enfermero o enfermera u otra especialidad, porque El Mono me dio la oportunidad, porque siempre me inculcaba la necesidad y la confianza en aprender y cuando errábamos, nos decía: “hágalo de nuevo, no se dé por vencido o vencida”. Era como un padre para nosotros. Nos hacía sentir importantes para nuestra organización,anotó una guerrillera.
“Nos exigía el cabal cumplimiento de los deberes pero, igualmente, era vertical y exigente en nuestros derechos como militantes comunistas”. Recalcó un viejo guerrillero.
Me dijo una guerrillera: “Una vez llegamos de remolcar y nos preguntó El Mono:
—¿Están cansados?’, respondimos que no. Y dijo: “Entonces a bailar, pongan música”. Y era el primero que rompía el baile. Y agregaban: “Eso solo lo hacía El Mono, era un jefe especial y único”. Lo era por naturaleza, “un don que solo él poseía”, añadían.
—Tenía la capacidad y la sagacidad para crear situaciones y para arrancarle una carcajada a la vida. “Un mamador de gallo” irreverente, irónico, mordaz y excepcional. Una capacidad de trabajo enorme, muy a pesar de su enfermedad que lentamente le devoraba su valiosa humanidad.
Días antes del asesinato, dictaba conferencias diarias, escribía como queriendo dejar para la posteridad sus enseñanzas escritas de constructor de cuadros, de conquistador de batallas. Dueño del arte guerrillero llevado a la praxis diaria, un hombre consecuente en la teoría y en la acción, “sin carreta” como él decía, un cuadro comunista en todo el sentido de la palabra.
Poco a poco fui hilando esos comentarios, hasta llegar al fondo de aquella impresión mágica y hermosa que recorría toda la guerrillerada y en coro decían:
— Hagamos como nos enseño Mono. Un guerrillero del Mono no puede decir “no soy capaz”.
Alguien me preguntó: “¿Usted anduvo con el Mono?”, le respondí: “Sí”. Me dijo:
—Debe ser bueno, porque si estuvo con El Mono, tiene que haber aprendido mucho de él, debe ser madera fina. Así quedaba mi compromiso y coherencia.
Pude comprender que El Mono es fuerza vital para todas y todos, un imprescindible, buena parte de su fuerza moral, un modelo de hombre nuevo que puso muy alto su condición de revolucionario, un paradigma muy difícil de imitar, no cabe la menor duda. Todos tienen miles de anécdotas, unas que se puede contar y otras que guardan en lo profundo de su corazón.
Aquel 22 de septiembre de 2010 quedará como el ocaso físico de un formidable y fiel hijo de Manuel Marulanda, “su oficial de servicio”, decía. Fue el Mono quien acompañó al comandante en jefe de las FARC-EP, desde la cordillera central en el valle del Magdalena hasta los confines de la cordillera oriental para erigirse como la pesadilla de varios generales que mordieron el polvo de la derrota. Por eso quisieron asegurarse de que estuviera bien muerto, sin saber que El Mono vivirá por siempre en las conciencias guerrilleras, en el pueblo y en el estandarte y nuestro emblema.
Retumba en el honor de un auténtico revolucionario la respuesta al general Padilla de León invitándole a su entrega y rendición:
— Qué poco nos conoce usted señor Padilla de León: con toda sinceridad, sin odios ni resentimientos y con el respeto que todo revolucionario profesa por sus adversarios, le respondo: No, muchas gracias, general. En las FARC no tenemos alma de traidores, sino de patriotas y de revolucionarios.
Compatriota, Jorge Suárez Briceño. Integrante del Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP. Montañas de Colombia, enero de 2010.
He aquí la esencia y la firmeza de un combatiente de verdad.
Él siempre repetía estas frases:
— Los revolucionarios no nacen, se hacen.
—Nacimos para ser alguien y dejar enseñanzas para las nuevas generaciones.
— Ser guerrillero es el eslabón más alto de la especie humana.
— Soy antiimperialista hasta los tuétanos.
Decía estas frases en lo que tiene que ser el papel del hombre y la mujer en la sociedad, la dialéctica de la vida útil y el compromiso de lucha del revolucionario contra el principal enemigo de los pueblos.
Y como le escribiera el Secretariado al Mono, enfrentando a más de 15 mil soldados en el área general de La Macarena, días antes de su vil y cobarde asesinato:
— Jorge, nuestros respetos, gracias por tu ejemplo, por tu inagotable capacidad de trabajo en medio del infortunio de la enfermedad y por enseñarnos a combatir al adversario. Nos alegra que hace rato hayas superado a su arquetipo guerrero el Che, ya no se trata de ser como el Che, sino de superar al Che. La puso muy alto, hermano.
A lo que respondió con su modestia de siempre:
— No la hemos puesto tan alto, es que estamos haciendo poco con base en la tarea estratégica que nos corresponde, estamos es despertando un pequeño gigante dormido.
Siempre retumbará tu frase en el combate revolucionario, no importa el escenario. Hemos nacido para vencer y no para ser vencidos.
Gloria eterna, comandante inquebrantable. Seguiremos hoy 11 años después desde su partida física construyendo la paz, por la que siempre luchó.
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