OPINIÓN Bienvenidos, Petro, Francia y pueblo al poder

OPINIÓN Bienvenidos, Petro, Francia y pueblo al poder

El próximo 7 de agosto Gustavo Petro y Francia Márquez tomarán posesión como presidente y vicepresidenta de Colombia. Tengo entendido que, en un acto público de dimensiones importantes, que desde su anuncio es objeto de críticas por parte de voces adoloridas entre los sectores de la política tradicional. He escuchado en los medios que, por su pompa y costo, el acto no puede ser considerado una posesión, sino algo así como la coronación de un monarca absoluto.

Es la idea que se empecinan en sembrar los círculos históricamente dominantes, para quienes la elección de Petro y Francia representa una aberración política, producto de la demagogia populista de los dirigentes del Pacto Histórico, sobre los que además se busca sembrar todo tipo de dudas. A la coalición parlamentaria conformada por el nuevo gobierno la denominan sin más como la aplanadora, una maniobra autocrática que anula las voces disidentes de la oposición

Reparo en ese discurso, que apenas comienza a tejerse sobre el nuevo gobierno, pues es seguro que con cada día aumentará en volumen y veneno. Banqueros, terratenientes, empresarios y grandes comerciantes, a los que se debe añadir importantes intereses de transnacionales y gobiernos extranjeros, concibieron siempre como lo más lógico y natural que fueran sus agentes y voceros los que dirigieran el país para su exclusivo beneficio.

La esquina noroccidental de Suramérica debía acomodarse siempre a las orientaciones emanadas de los gobiernos de los Estados Unidos. Lo había sentenciado hace más de un siglo el presidente Marco Fidel Suarez, ellos eran la estrella cuya luz debía guiarnos. Las compañías de allá podían actuar con plena libertad aquí, mandar masacrar obreros, obtener todo el provecho de lo nuestro. Las fuerzas armadas colombianas tenían que ser enemigas de los enemigos de ellos.

Y contribuir a destruirlos, así fuera en Corea. De hecho, para los gobiernos anteriores, hacer parte de la OTAN, la alianza militar de EE.UU. con las potencias europeas, no solamente era un deber sino un honor que debíamos agradecer. A Duque le faltó solamente declarar la guerra a Rusia. Como si no tuviéramos intereses nacionales mucho más importantes. Por lo mismo había que cumplir todas las hostilidades posibles contra el gobierno de Venezuela.

Era lo más normal que quienes estuvieran obligados a pagar mayores impuestos fueran los de abajo, al tiempo que se hallaba el modo de exonerar de sus pagos a los grandes capitales. Y desde luego, el orden natural de las cosas indicaba que no se podía pensar en materializar reformas agrarias que compusieran la inequidad reinante en el campo. Campesinos, indígenas y negros estaban bien en postales y piezas folclóricas, jamás en los salones de la gente de bien.

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Campesinos, indígenas y negros estaban bien en postales y piezas folclóricas, jamás en los salones de la gente de bien

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Ellos, al igual que la gente baja de las ciudades, los estudiantes y mujeres, solo contaban cuando se aproximaban las elecciones y había que asegurar sus votos. Y desde luego, la reacción más justa a sus reclamos e inconformidades era la violencia, ¿para qué, si no, existían el Ejército, la Policía, los jueces y las cárceles? A todos había que mantenerlos a raya. Al menor descuido les daba por pedir más derechos, tierra, trabajo digno, salud, educación, vivienda y hasta recreación.

Si no se tenía cuidado, terminarían exigiendo hasta el cielo. Una vez se les daba una migaja, pedían más, por la buena o por la mala, nunca cesarían en su afán. Entre menos posibilidad hubiera de que se organizaran social o políticamente era mejor. No faltaba nunca el comunista, el subversivo, el guerrillero que llegaba a endulzarles el oído con historias fantásticas de socialismos y felicidad. La sirvienta, a comer en el patio trasero. La mesa de la casa era para los señores.

Así, descrito de manera rápida, era el orden que sienten aterrados se irá al piso a partir del 7 de agosto. Por eso desde ya comienzan a destilar odio y calumnia. Un exguerrillero y una negra en el Palacio de Nariño representan una atrocidad impensable. Hay que hacerlos fracasar, planear todas las zancadillas posibles. Ahora cuando EE. UU. requiere apoyo sumiso en sus riñas con Rusia, China o Serbia. Ahora, cuando van a tener que aflojar la cuerda sobre el cuello de Maduro.

El igualado de Petro, hablándole a la delegación de Biden de trato respetuoso entre estados soberanos. Y la aparecida de Francia anunciando reformas agrarias. Aquí la regla inviolable era la guerra total a la rebeldía y la protesta. ¿Cómo es que canciller y comisionado de paz echan a rodar la idea de una paz completa por vía del diálogo y el sometimiento? ¿Y que el nuevo gobierno apunta a reemplazar las operaciones militares por la sustitución de cultivos?

Es bueno que comiencen a entenderlo. El pueblo colombiano, pacífica y democráticamente, protagoniza un relevo necesario en la dirección del país. Mandó a parar, no más corrupción, no más sangre. Bienvenidos los nuevos tiempos.

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