Escuché en el Foro Nacional por la Paz celebrado en la Universidad Católica el martes pasado, que el gobierno de Gustavo Petro había puesto en riesgo la seguridad de los colombianos al haber sacado de la actividad a 70 generales. La experiencia acumulada por estos mandos militares y policiales no se podía improvisar, sobre todo cuando ellos se habían encargado de propinar los más duros golpes a la criminalidad de todo orden.
Lo sostuvo la senadora Paloma Valencia, en cuyo apoyo salió el ex brigadier general Buitrago de la Policía Nacional, pese a que la primera había atacado con energía la política de paz total del nuevo gobierno, mientras el general Buitrago declaraba su apoyo incondicional al nuevo esfuerzo por pacificar el país. Es evidente que el tema de la paz vuelve a tensar una vez más la opinión nacional, al tiempo que produce las más curiosas aproximaciones.
Oyéndolos a ambos pensé en cómo podían esos mandos haber sido tan eficaces en golpear la criminalidad, cuando Duque entregó el país en un clima atroz de violencia. Alguien con quien compartí la reflexión al final del Foro, me sugirió que además de su ineficiencia en golpear la criminalidad, su remoción había estado ligada a temas de corrupción, un cáncer que había que combatir en todos los espacios institucionales, incluidos los de las fuerzas armadas.
Jefes militares o policiales muy ágiles para reprimir la protesta social con violencia extrema, vinculados a violaciones reiteradas de los derechos humanos, que al parecer no procedían con la misma energía contra las bandas delincuenciales que azotan al país, con las cuales sus relaciones no estaban muy claras. Obispos de zonas muy afectadas por la criminalidad, como el Pacífico, lo han expresado públicamente. En eventos así se escuchan cosas interesantes.
Para la senadora Paloma Valencia la causa real de la violencia criminal que afecta al país no es otra que el narcotráfico, al cual hay que agregar la propensión cultural de los colombianos al uso de las armas. No es cierto, según ella, que las condiciones económicas y sociales de desigualdad generen por sí mismas violencia, y para probarlo trae a cuento a la India o cualquier otro país en donde la pobreza y la miseria son agudas, sin que por ello existan grupos armados rebeldes.
Su argumento, sin embargo, fue refutado casi de inmediato por el senador Gallo de Comunes, quien le recordó que el narcotráfico en Colombia fue en fenómeno aparecido a finales de los setenta, muchos años después de los hitos históricos que marcaron los orígenes de las Farc o el ELN. El alzamiento armado de Manuel Marulanda y los suyos en Marquetalia, fue el producto de una operación militar de exterminio contra una comunidad de campesinos colonos.
Es más, la violencia política había marcado la vida de los colombianos durante doscientos años de vida republicana, no era ni siquiera un fenómeno de los años sesenta hacia acá. Para la senadora Valencia todo se reduce a que el Estado colombiano ha sido complaciente con los grupos armados, celebrando con ellos acuerdos de paz en distintos momentos, los cuales han sido casi de inmediato incumplidos por las organizaciones violentas. Su idea de Marquetalia es otra.
Marulanda y los suyos fueron reductos de grupos guerrilleros liberales que habían quedado tras acuerdos de paz firmados por el gobierno de su época, y que solían salir a las carreteras a asaltar y cortar cabezas sin piedad. Nuevamente el senador Gallo tuvo que recordarle que en la región de Marquetalia no había carreteras por entonces, y que incluso en los tiempos actuales todavía no han sido construidas, por eso no podía ser cierto lo que ella afirmaba.
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Para el coronel Velásquez, lo que Petro propone hoy como Paz Total no es más que la ampliación de otros intentos de gobiernos pasados por alcanzar la soñada paz
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Cada uno elabora su propia versión de la historia. Para el coronel Velásquez, lo que Petro propone hoy como Paz Total no es más que la ampliación de otros intentos de gobiernos pasados por alcanzar la soñada paz. Betancur y Barco dialogaron con las guerrillas e implementaron el Plan Nacional de Rehabilitación para llevar obras a las regiones apartadas que las exigían. Los diálogos regionales de Petro reproducen esos intentos, pero con un alcance mayor.
Lo que no está claro para él, es el cómo va a cumplirse el discurso de la paz total, que carece de una estrategia clara y reconocible, pese a lo cual merece todo el apoyo. De una u otra manera, otros expositores, de las Universidades Esap y Católica, también expresaron su respaldo a la paz total, si bien dejaron constancia de sus preocupaciones. Entre ellas que el gobierno entregue mucho inicialmente, sin contar con la correspondencia de los grupos en armas.
Nunca como hoy los temas de la pobreza, la injusticia y la violencia alcanzaron tal nivel de debate en la agenda pública. Lo debemos a la política de paz total, que por eso merece pleno apoyo.