Palabras de Rodrigo Londoño – Timo en La Tebaida, Quindío

“Nuestro partido, la Fuerza del Común, es un partido de paz, un partido que anhela la justicia social, un partido que está dispuesto a jugársela toda por la elevación del nivel de vida de los más pobres y abandonados en Colombia”

Es para mí un motivo de enorme satisfacción, estar presente en este día de mi campaña a la Presidencia, por nuestro nuevo partido FUERZA ALTERNATIVA REVOLUCIONARIA DEL COMUN, FARC, en mi pueblo natal, La Tebaida, en el corazón del Quindío. Aquí vine yo al mundo, en una familia como las otras de mi entorno, aquí me enseñaron de amor y de justicia.

Aquí, en este pueblito de mis cuitas, de casas pequeñitas, en cuyas calles tranquilas corrió mi niñez y primera juventud, en este rincón fundado por colonos de hacha y machete, fue donde percibí que las cosas no iban de la mejor manera para las gentes del común. Aquí la voz de la inconformidad de sus mayores caló profundamente en mi ánimo y me enseñó que debía luchar por un cambio.

Después de más de cuarenta años regreso a mi pueblo, tras un largo y difícil trajín en las filas guerrilleras, y descubro un pueblo transformado en sus calles y arquitectura, pero agobiado por los mismos pesares. Me conmueve saber que miles de campesinos sin tierra trabajan apenas por la comida, porque el desempleo y la desesperanza no les brindan oportunidades mejores.

Me duele en el alma descubrir que las fincas cafeteras y la economía pujante que crecía al ritmo de los precios internacionales del café, se convirtió en una caricatura por obra de las malas decisiones de diferentes gobiernos. Me asusta saber que gigantescos proyectos de minería extractiva han conseguido adjudicaciones que desalojarán a los habitantes y arruinarán la naturaleza.

Me aterra saber que la política se ha hundido más que nunca en el fango de la corrupción, y que quienes desde la orilla de los partidos tradicionales y las nuevas fuerzas que los reemplazaron, debían ocuparse de los problemas de la región y el país, sólo están preocupados por enriquecerse rápidamente a costa del patrimonio construido por el trabajo de todos.

Me conmueve enterarme de que fenómenos como las bandas criminales y el narcotráfico se convierten cada día en una amenaza mayor para sus habitantes. Que muchos jóvenes desempleados se han dejado arrastrar por los vicios, y que el micro tráfico y la inseguridad arruinan la calma y la seguridad de los que antes fueron acogedores hogares.

Por eso recuerdo la vigencia de aquel poema en el que Jorge Robledo cantaba a esa Antioquia grande que comenzaba a apagarse, de mineros fuertes, de arrieros invencibles, de músculos que alzaban el futuro como vara de mimbre, una raza enfrentada a la montaña
con tesón de arrecife. Siquiera se murieron los abuelos, frente a la dulce paz de los trapiches.

Mi presencia aquí tiene por objeto traer un mensaje de esperanza. Esa Colombia amarga en que nos han transformado la patria de nuestros abuelos, tiene que componerse con el esfuerzo de todas y de todos. Existe realmente una alternativa, un partido, el nuestro, nacido de las luchas de un pueblo perseguido que resistió durante medio siglo la violencia del Estado.

Nuestro partido, la Fuerza del Común, es un partido de paz, un partido que anhela la justicia social, un partido que está dispuesto a jugársela toda por la elevación del nivel de vida de los más pobres y abandonados en Colombia, un partido que rechaza la violencia, un partido que lucha porque los más humildes y excluidos puedan hacer política sin que los maten, los persigan o los encarcelen.

Es cierto, y jamás lo negaremos, que somos un partido que vino de la guerra, un movimiento de miles y miles de hombres y mujeres pobres, que permaneció alzado en rebelión, cuando el Estado colombiano no consideraba trato distinto a la represión y la violencia, contra los desvalidos que exigían sus derechos. Pero somos un partido nacido de un Acuerdo de Paz, que se propuso cambiar la suerte de los trabajadores y desposeídos de Colombia por medios pacíficos, legales, llamándolos a tomar parte en la política por una opción puramente popular.

Los enemigos de la paz en nuestro país son precisamente aquellos que se enriquecen con la guerra. Que quitan las tierras a los campesinos, que celebran acuerdos de libre comercio para traer productos del extranjero, sin importarles que los productores nacionales se quiebren. Son ellos quienes azuzan a los provocadores, quienes les pagan por generar violencia y sabotear nuestros actos, quienes se empeñan por mantener un pueblo en la ignorancia para poderlo manipular.

No es cierto que los Acuerdos de La Habana sean un manojo de beneficios para los que fuimos guerrilleros de las FARC. Ellos contienen una serie de compromisos pactados con el Estado a favor de los más pobres y olvidados. En el punto de Reforma Rural Integral se previó la creación de un fondo de tierras de 3 millones de hectáreas, para dotárselas en propiedad a los campesinos que no la tengan y quieran trabajarlas.

También la titulación de todas las tierras que posean colonos y campesinos.  Se contemplaron planes de desarrollo con enfoque territorial para las regiones más pobres y abandonadas del país. El Estado firmó el compromiso de llevar agua, energía eléctrica, escuelas, vías, puestos de salud, asistencia técnica, créditos, planes de vivienda rural, ayudas para la comercialización de productos de los campesinos. Eso no es para los ex guerrilleros, es para todos los campesinos de Colombia.

Igual con los planes de sustitución de cultivos de uso ilícito, que cambian la erradicación por la fuerza por planes concertados de sustitución, en los que se ayudará a los antiguos cultivadores a sustituir esos cultivos por otros de carácter legal, que les facilitan las condiciones para elevar el nivel de vida de ellos y sus comunidades.

El Estado colombiano se comprometió a acabar con el paramilitarismo, a hacer pagar por sus crímenes a todos los asesinos de dirigentes populares y sociales, a dotar de plenas garantías, mediante múltiples mecanismos, el derecho a la vida, a su integridad, a la participación política libre, a la libre organización de las comunidades y a sus luchas por un mejoramiento social, económico y cultural.

Así que mienten los que hablan pestes de los Acuerdos. Lo hacen los que temen que al aclararse mediante la actualización del catastro pactada, la real extensión y propiedad de todos los predios rurales, se vean obligados a devolver las que quitaron mediante la violencia a otros, o a pagar un justo impuesto predial que beneficie a todos los habitantes de la localidad.

El Estado se comprometió a aclarar los crímenes del paramilitarismo y a castigar a sus responsables, a proteger las comunidades y sus dirigentes. Por eso mucha gente grande e importante teme a que se apliquen los Acuerdos, y es precisamente por eso que tenemos que luchar porque se cumplan, porque no se queden como letra muerta. Para eso es que estamos proponiendo nuestros nombres para el Congreso y la Presidencia. Para llevar al poder a un partido y un pueblo que se encarguen de hacer realidad cada uno de los puntos acordados.

De manera miserable, hay quienes aseguran que a los exguerrilleros se nos dan inmensos beneficios. Porque a cada uno le girará durante dos años, mientras se preparan para la reincorporación plena a la sociedad civil, una suma equivalente a 700.000 pesos mensuales. Nosotros decimos que todo colombiano, por el solo hecho de serlo, debe tener asegurado un ingreso vital. En un gobierno nuestro estableceremos por eso un sistema de ingreso vital para las gentes del común. Nadie puede vivir en Colombia sin un ingreso básico.

Todo desempleado recibirá un ingreso a cambio de realizar trabajos sociales o comunitarios, garantizado por el Estado como máximo empleador. Del mismo modo, las mujeres o los hombres que realizan trabajo doméstico que no se reconoce ni remunera, recibirán un ingreso vital por esas tareas que tanto aportan al país pero que no se valoran ni pagan hoy. De igual modo, todo colombiano mayor de 60 años que no disfrute de pensión, y todo discapacitado, recibirá un ingreso vital de existencia. Eso es justicia social.

Queremos un modelo económico que se ocupe de la gente del común y no de los beneficios desmedidos para los grandes capitales. Por eso no compartimos ni permitiremos esa minería extractiva que destruye la naturaleza, acaba con las aguas y desplaza a los pobladores de su territorio.

Propenderemos por una economía que revitalice la industria, para generar empleos, que impulse la agricultura de los pequeños productores de alimentos, sin que por ello declaremos como enemigos a los grandes propietarios. Ellos podrán adelantar sus negocios, siempre que paguen salarios justos a sus trabajadores, y que aporten con impuestos proporcionados a sus fortunas y ganancias, para la solución de los grandes dramas sociales de Colombia.

La Fuerza del Común, nuestro partido, el partido de la rosa, los invita a soñar con un país distinto y a luchar por conseguirlo. Ese país será posible si nosotros lo construimos entre todos, castigando de modo implacable la corrupción y los corruptos, acabando con la politiquería clientelista y de falsas promesas, vinculando a la gente en todos los escalones, locales, regionales y nacionales, a la toma de las decisiones relacionadas con su futuro. El pueblo tiene derecho a hablar, a ser escuchado y atendido. No más limosnas ni engaños.  Colombia ha de estar en manos de la gente del común.

Para eso será necesario organizarse para votar por nuestros candidatos. Yo, Rodrigo Londoño Echeverry, más conocido como Timoleón Jiménez o Timo, soy el candidato a la Presidencia de la República por las gentes del común. Firmé los Acuerdos de Paz de La Habana que posibilitan un futuro mejor para Colombia, si no dejamos que los gobiernos sucesivos los incumplan y burlen.

Y quiero invitarlos a todos y todas, a votar por el partido de la rosa en las elecciones del 11 de marzo y del 27 de mayo. Tenemos que cambiar este país para bien. Consolidar la paz con justicia social, llevar educación, salud, empleo, vivienda, recreación y cultura a todos los colombianos. Tenemos que acabar con la violencia. No más muertos por razones políticas, no más asesinatos de dirigentes sociales y populares. Podemos conseguirlo si nos unimos por un gobierno de transición que saque a nuestro país del estado en que se encuentra y lo haga mejor y más justo.

¡Viva La Tebaida!

¡Viva el Quindío!

¡Vivan las gentes del común y su partido!

¡Viva Colombia!