Solo porque un tribunal independiente de los poderes establecidos, con legitimidad internacional, se encargará de desentrañar judicialmente las verdades del conflicto.
Un Guillermo Rico Reyes, con aires de ultraizquierdista, publica en
Facebook su escrito Gracias por nada… señores de las FARC, a propósito
de la libertad de Rito Alejo del Río, simultáneamente con la arremetida
de la ultraderecha contra nosotros por la elección del Tribunal de la
JEP, justicia que consideran infame, tal y como la describe Rafael
Guarín, en Semana, en una cáustica nota que supura odio, ¡Viva la JEP,
camarada!
Mientras que el primero de ellos condena a las FARC por traidoras, por
haber terminado sirviendo a los intereses ultramontanos del latifundio
paramilitar y las fuerzas armadas al pactar la JEP, el segundo también
las condena, pero por todo lo contrario, por haber establecido un
sistema judicial que condenará sin apelación a los artífices de la
seguridad democrática. La condena a las FARC es el elemento común en una
y otra reflexión.
Los extremos se juntan, es una sabia lección aprendida de la historia.
Para la muestra el coro uniforme contra las FARC y los Acuerdos de La
Habana. El embajador Whitaker se viene lanza en ristre, con su propia y
absurda interpretación de lo firmado en el teatro Colón, olvidando que
el gobierno de los Estados Unidos tuvo su enviado especial en la Mesa de
Conversaciones, y que el propio John Kerry expresó su consentimiento
total.
u
El actual embajador revive viejas concepciones sobre la guerra contra
las drogas, desconociendo lo pactado en torno a la sustitución de
cultivos ilícitos, en una época en la que ya nadie cree que pueda
condenarse a un país como responsable del tráfico mundial de narcóticos.
Y vuelve a lanzar contra las FARC el calificativo de terroristas y
narcotraficantes, en oposición abierta a realidades acreditadas por la
propia Organización de las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad.
El más mínimo sentido común da fe del peligro en que se encuentran la
vida y el planeta como consecuencia de los giros de la administración
Trump. Lo que pretende incendiar aquí su virrey, es idéntico al tropel
con México en torno al famoso muro. O al riesgo de la confrontación
nuclear con la República Popular Democrática de Corea. Acciones
demenciales que sólo desadaptados mentales y sociales pueden aplaudir.
La ultraderecha por su parte se empeña en su propuesta de referendo para
hacer nulos los Acuerdos. Todo les resulta condenable. Las reformas en
materia de tierras, la apertura democrática y la participación política
de las FARC y los sectores tradicionalmente excluidos, la sustitución de
cultivos ilícitos, el fin del conflicto, la dejación de armas, la
reincorporación de los excombatientes, pero sobre todo el sistema
integral de verdad, justicia, reparación y no repetición.
La Jurisdicción Especial para la Paz se ha convertido en su blanco
predilecto. Leen en ella el más grave atentado contra la propiedad de
sus tierras, una peligrosa afrenta a su libertad personal, el más grave
peligro a su proyecto político. La horroriza la posibilidad de ser
llamada a cuentas, que sus integrantes sean constreñidos a confesar la
verdad o pagar largas penas. Descargan por tanto toda su bilis y apuntan
su feroz artillería contra el nuevo Tribunal y sus magistrados.
Por su parte, el Fiscal General de la Nación, aduciendo una majestad
inexistente en materia de investigación judicial, sale a reclamar los
fueros que jamás ha ejercido tal dependencia en el país. Los índices de
impunidad en Colombia son de los más altos del mundo y las asociaciones
criminales entre investigadores y mafias de todo orden constituyen
frecuentes escándalos. ¿Cuándo quiso investigar la Fiscalía los vínculos
entre empresarios y paramilitares?
En cambio de qué manera lo desvelan los imaginarios incumplimientos de
las FARC a lo pactado, la búsqueda de inconsistencias en los Acuerdos,
las posibles trampas que puedan hacerse a futuro. Y de qué modo se opone
a las previsiones sobre el fenómeno paramilitar, a la puesta en marcha
de la unidad especial, al cuerpo élite de persecución. Coincidiendo con
sus amigos de Cambio Radical, el Centro Democrático y el embajador
americano, quiere hacerlo todo trizas.
En estos días ha comenzado a circular por las redes una amenaza directa
contra el nuevo partido político FARC, que se extiende no solo a sus
militantes y dirigentes, sino a sus colaboradores, simpatizantes, amigos
y familiares. La firma alguien que se hace llamar AUC Bloque Capital,
el cual según afirman ha revivido para cobrar en sangre la aparición de
nuestra alternativa política. Es obvio que ese tipo de hechos son
producto del ambiente que generan todas esas voces.
Los que creen que las víctimas de una arremetida violenta seremos la
Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, mientras el resto de
fuerzas de izquierda, democráticas, progresistas o de avanzada saldrán
incólumes, no tienen la menor idea de lo que piensan. Lo que está en
juego en Colombia es la disyuntiva entre un país en paz, tolerante,
respetuoso de la opinión ajena y en progreso, y un país dominado por el
miedo, la muerte, la persecución y el atraso.
Quienes sostienen que el terrorismo de Estado, la doctrina de seguridad
nacional, la guerra y la violencia desatadas tradicionalmente desde el
poder, van a lograr desarticularse mediante la resistencia armada,
ignoran de modo olímpico más de medio siglo de historia nacional. El
resultado más importante y significativo alcanzado por la lucha de
guerrillas en Colombia, lo constituye sin duda alguna el Acuerdo Final
firmado entre el gobierno de Santos y las FARC-EP.
Por la sencilla razón de que si se logra implementar dicho Acuerdo, las
potencialidades de conciencia, organización, lucha y movilización del
pueblo colombiano en su conjunto alcanzarán grados inéditos de
contundencia. Únicamente millones y millones de colombianos apostándole a
la paz y la democracia, podrán producir cambios profundos en la vida
nacional. Para eso era la lucha, para que el pueblo despertara, actuara y
se impusiera.
Seguir apostando a la violencia como arma política resulta desfasado. En
eso precisamente es que confían los estrategas de la política imperial
del Pentágono y los cerebros de la derecha colombiana. La guerra siempre
les ha reportado enormes beneficios, mientras que las políticas de
terror que ella facilita, les permiten mantener paralizadas por el miedo
a las grandes masas que podrían precipitar con su actuación un país
diferente. Lo que urge hoy es consolidar una democracia.
Rito Alejo del Río salió de la cárcel, como otros centenares de
militares y guerrilleros. Pero no porque se los haya declarado inocentes
de toda culpa, sino para responder obligatoriamente ante la JEP, donde
deberán expresar la verdad completa, exhaustiva y detallada de los
crímenes contra la humanidad que se les imputen, so riesgo de perder
cualquier beneficio y volver a prisión a pagar largas condenas. El
imperio y la derecha lo ven muy claro, por eso su rechazo frontal.
Por primera vez en la historia colombiana, nuestramericana y mundial, un
tribunal por completo independiente de los poderes establecidos, con
legitimidad y respetabilidad internacional, se encargará de desentrañar
judicialmente las verdades del conflicto. Las cosas que se destaparán
allí no tienen antecedentes. ¿Cómo se le ocurre a alguien que profesa de
revolucionario, atacar esa opción histórica, aun con mayor inquina a la
exhibida por el más rabioso uribismo?