Territorio de sombra, tras Coronavirus

Territorio de sombra, tras Coronavirus

Punto Ciego

Por: Isabel Fonseca

Las cifras y reportes trágicos que gobiernos y mediática mundial visibilizan, sobre las consecuencias de la nueva pandemia, tienen un Punto Ciego: el incremento de diferentes formas de violencia y opresión contra mujeres y niñas.

El hogar, refugio contra la amenaza de contagio y muerte por Coronavirus, no ofrece protección contra las manifestaciones letales del sistema patriarcal que, como realidad no visible, hegemoniza las relaciones familiares en nuestra sociedad actual.

Durante el tiempo de “aislamiento social” o “cuarentena”, las cifras de femicidios, violencia física, psicológica y sexual, contra mujeres y niñas, son alarmantes y su tendencia va en ascenso. El fenómeno es mundial, y se conoce, gracias a las redes de mujeres y organizaciones feministas que previeron mecanismos para generar alertas y acompañamientos sororarios hacia las víctimas.

Además de las expresiones brutales del patriarcado en la esfera familiar, también, se han incrementado otras formas de opresión, como la explotación del trabajo doméstico y de cuidado que carga, fundamentalmente, sobre las mujeres; y, consecuencialmente, produce enfermedades crónicas del cuerpo y la psiquis.

Al obligarse a un núcleo familiar a permanecer en casa todo el día, los oficios se multiplican; mucho más cuando los recursos no crecen, sino que merman, como está ocurriendo en la inmensa mayoría de hogares dependientes del comercio, servicios, contratos a destajo, por comisiones o diferentes tipos de subempleo, que se esfumaron de un día para otro, aumentando los índices de familias desamparadas.

Frente a estas críticas situaciones, las mujeres generan mecanismos de economía para el ahorro y distribución del avituallamiento, hecho que les ocupa más tiempo, esfuerzo físico y mental.

La atención de la escolaridad en casa, es otra labor que suma trabajo; pues, lo que antes era materialmente atendido por el sistema educativo formal, ahora carga sobre madres, abuelas, tías o hermanas.

La maternidad social, que está operando en países como Venezuela, producto del proceso bolivariano, donde miles de mujeres han asumido la responsabilidad en sus barriadas con los programas institucionales que aportan alimento, agua, gas y medicamentos, como medio para enfrentar el bloqueo imperialista contra su pueblo; también, se ha visto recargada por labores de prevención contra la pandemia, en el contexto de intentos de intervención militar estadounidense.

Asimismo, en los sistemas de salud públicos y privados de América Latina, donde el personal de enfermería, como el de limpieza, es mayoritariamente femenino; se han recargado las jornadas laborales por los protocolos de seguridad que deben orientar e implementar. Y, ni este tiempo, ni los riesgos que asumen las mujeres en este campo, se compensan con la capacidad para decidir políticas internas que las reconozcan, protejan y ayuden con la atención de sus hogares en cuarentena. Esas decisiones están patriarcalizadas y los reconocimientos, igualmente.

El ejercicio de la sexualidad para las mujeres del pueblo, en tiempos de Coronavirus, también, arrastra serias frustraciones y amenazas. Las cifras de embarazos no deseados, generados por la imposibilidad económica de acceso a métodos de anticoncepción; muertes maternas por abortos, sin atención sanitaria adecuada; y gestaciones desatendidas, son tragedias que aún no se cuentan, porque están ubicadas en el territorio de sombra, donde las mujeres somos emboscadas por el Patriarcado, en tiempos de Capitalismo global decadente.

Mientras las grandes corporaciones mundiales que hegemonizan Estados discuten su vuelta a la normalidad, antes que el estudio de mecanismos definitivos para terminar con la amenaza del Coronavirus y, mucho menos, con el azote patriarcal que ha cavado más tumbas que la pandemia; miles de mujeres y niñas seguirán siendo asesinadas, violadas, oprimidas, explotadas, marginadas y frustradas.

Entonces, para nosotras está planteado un duelo: debemos encender las antorchas que terminen con ese territorio de sombra que separa realidad y conciencia.

Foto tomada de: https://n9.cl/1qt1



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