17 Ago LA HISTORIA DE MI TIERRA Siglos han pasado de ires y venires
LA HISTORIA DE MI TIERRA
Siglos han pasado de ires y venires para construir una historia como tal. Desde tiempos remotos, la humanidad se ha visto envuelta en un desarrollo social donde ella misma ha sido protagonista, en muchas ocasiones antagonista, pero siempre en un proceso de devenir, totalmente alterable, transformativo y sobretodo contradictorio. Por supuesto Colombia no se podía quedar atrás. Cada acontecimiento sucedido desde antes de ser una República, ha marcado el rumbo económico, político, social y cultural de nuestro país. Por tal razón, resulta muy interesante detenerse un poco para estudiar la historia colombiana desde una óptica distinta, totalmente veraz, ya que no existe forma más fiel para poder crear memoria, que participando de ella, luchando y recobrando día a día los bríos perdidos, pese a las vicisitudes pasadas, esa historia forjada y vivida por los más olvidados en la escala social, los campesinos y pobres, desheredados, desdeñados, ignorados, que una vez, se unieron para alzar su voz de protesta ante tanta injusticia social.
Es así como hoy es justo reivindicar esa historia rebelde, insurrecta, esa historia forjada a sangre y fuego, que ha dejado millones de muertos a su paso al igual que víctimas y que no se cuenta de manera veraz ni en la tele, ni en la escuela ni mucho menos está legitimada para exhibirse en vastas bibliotecas sino que, al contrario, nace del día a día; es decir de las circunstancias vividas por el mismo pueblo colombiano, producto del abandono y olvido estatal y que, con el paso del tiempo ha venido ampliando las diferencias entre unos y otros, aflorando los odios, y ampliando la brecha de desigualdad, pobreza, miseria y violencia en general. En ese sentido, al examinar los acontecimientos sucedidos en el pasado y presente del país, uno se da cuenta, qué poco ha cambiado de nuestra historia; torturas, vejaciones, violencia y sobretodo abandono estatal, siguen siendo el pan nuestro de cada día.
Lo cierto es que, la plataforma de lucha de los que una vez se alzaron en armas, continúa haciendo eco en cada rincón del territorio colombiano, pues no hay duda que las extintas FARC, hoy denominado “Comunes”, continúa siendo un partido eminentemente político, promulgador de un pensamiento crítico y libertario, capaz de reescribir una nueva historia, para un país sumido durante siglos en una profunda crisis social, política, económica y cultural. La resistencia de tantos años en el monte, la voluntad de diálogo asumida con distintos gobiernos de turno, la misma dejación de armas, hablan de ello. El mismo Acuerdo de Paz, firmado con el gobierno de Juan Manuel Santos, contribuyen a resignificar esa historia donde el sueño de vivir en una nueva Colombia se haga realidad. Nada hay que sea recién creado o defendido a la luz de los acontecimientos sucedidos; los y las Comunes de Colombia son también hijos de esta tierra, producto de esa lucha campesina, con una defensa histórica por la dignidad, la soberanía el buen vivir y la Paz.
Se han aceptado y asumido las infinitas contradicciones que hay entre los hombres y las relaciones de poder, pero así mismo se ha luchado y resistido por más de 60 años para cambiar este papel. Se han tomado nuevos caminos, retos, nuevos rumbos, se han aceptado hechos y dado una pelea a muerte por esta tierra que ya no quiere ver más fallecidos, más víctimas y que anhela preservar un ambiente pacífico donde todos y todas podamos vivir en comunidad, aportando día a día a la construcción de una sociedad nueva, que irradie justicia social, democracia, inclusión, equidad y reconocimiento del buen vivir.
En “Comunes” los principios hoy por hoy se promulgan al unísono, pues no es un partido en procura de beneficios propios, contrario a ello se enmarcan en una apuesta para que se realicen y satisfagan las necesidades de todos. La participación política abierta, sin discriminación, la transformación de la institucionalidad, las garantías y cumplimientos de nuestros derechos, la defensa del medio ambiente, una nueva forma de cultura y ética para la emancipación, son apenas puntos que se traen como evidencia de lo que se ha mantenido por años como bandera Política. Lo cierto es que ese grupo de personas olvidadas en esa escala social, campesinas, hombres y mujeres, pobres, desheredados, desdeñados, ignorados hoy por hoy somos cada vez más y nos mantendremos hasta siempre alzando nuestra voz de protesta, aportando con hechos a la construcción de una paz estable y duradera y deslegitimando toda clase de injusticia social. Porque la lucha es real, es política y en manos de todos y todas se reescribe una historia colombiana, digna de ser contada. Como diría el Maestro Mariano Azuela: “¡Qué hermosa es la revolución, aun en su misma barbarie!”. “La revolución beneficia al pobre, al ignorante, al que toda su vida ha sido esclavo, a los infelices que ni siquiera saben que si lo son es porque el rico convierte en oro las lágrimas, el sudor y la sangre de los pobres…”