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Por Jacobo Albán
El 17 de diciembre de 1819, en un rincón de la Orinoquía, se expidió la Ley Fundamental de la República de Colombia, en el marco del Congreso de Angostura.
Así nació Colombia, nación originalmente integrada por la Capitanía de Venezuela, el Virreinato de Nueva Granada y el Corregimiento de Quito. Años después, la historiografía oficial agregará el adjetivo de Gran para diferenciarla de la Colombia actual.
Su nacimiento planteaba un reto, ya que parte importante del territorio estaba en manos del dominio del rey. Duras fueron las batallas que libró el Ejército Libertador: Carabobo, Junín, hasta llegar a Ayacucho, donde por fin se sella la primera independencia en 1824.
Luego de la guerra de independencia donde el mérito de Bolívar es reconocido por propios y extraños, vino la etapa de poner en práctica los proyectos y sueños emancipadores en los territorios liberados a la Corona.
En este proceso se divide el bando americano y se expresan con más fuerza las contradicciones existentes entre quienes querían una verdadera emancipación -las pobrerías del Llano, las negritudes y demás pataenelsuelo que lucharon en la guerra- y quienes solamente querían sacar al rey para gobernar ellos con iguales privilegios -los criollos, mantuanos y demás parásitos sociales-.
En esta lucha por conservar privilegios el proyecto bolivariano es derrotado. Aunque se enuncian decretos para la entrega de tierras y la abolición de la esclavitud, esto no se logra.
Aún el sueño bolivariano de justicia social, unidad latinoamericana y antimperialismo está por materializarse.
Calumniado, traicionado y perseguido, Bolívar escribe, días antes de morir, el 10 de diciembre de 1830, su última proclama:
“¡Colombianos!
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía.
He trabajado con desinterés abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento.
Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro á otra gloria que a la consolidación de Colombia; todos deben trabajar por el bien inestimable de la unión: los pueblos, obedeciendo al actual Gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando sus espadas en defensa de las garantías sociales.
¡Colombianos!
Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria. ¡Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro!”.
Simón Bolívar.
11 años después del nacimiento de Colombia, El Libertador Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios muere en Santa Marta, un 17 de diciembre de 1830.
Hoy recordamos al buen Simón Antonio y a todos y todas quienes han quedado en el camino hacia la emancipación que seguimos transitando.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]