23 Ene El acto revolucionario del cuidarse mutuamente
Por Martha Cano
¿Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado
sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado,
atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas?
¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas?
¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?
Marcela Lagarde
Cuidarse mutuamente es un acto revolucionario, más en tiempos de pandemia. En medio de la guerra o para la pervivencia de una comunidad o de los pueblos del mundo, cuidarse se ha convertido en la práctica ética feminista más poderosa en medio del patriarcado, donde las entidades estatales y sus fuerzas de control son las primeras en quebrantar la integridad del pueblo, organizado o no.
Cuidarse es una necesidad humana, en el campo o la ciudad, pero poco se alcanza a comprender el nivel político de esta acción de transformación. Es tanto así que cuidar de las infancias, sean o no del propio núcleo familiar, es un deber del conjunto de la sociedad; pero sigue siendo más fácil atacar la debilidad de las otras y los otros, como si existieran categorías de seres humanos. Eso no quiere decir que desvirtuemos la existencia de las clases y lo que la lucha entre estas sigue implicando para alcanzar la justicia social.
No sabemos el poder transformador que alcanza esta teoría puesta en práctica y no hemos logrado crear relaciones de cuidado más fuertes. Nos cuesta profundamente aceptar el ser cuidados de forma consiente, pero el deseo inconsciente de este se manifiesta en ocasiones en que nos sentimos vulnerables o cuando existen intereses de por medio, como si quienes cuidaran de nosotros fueran un objeto de utilización temporal.
En el contexto político de Colombia, donde se sigue incumpliendo el Acuerdo de Paz, pactado entre las FARC-EP y el Gobierno Nacional, se hace evidente el sistemático plan de exterminio de quienes, a conciencia, han querido apostarle a la terminación del conflicto interno social, sin las armas, que en el conflicto armado les protegieron como colectividad, y a las comunidades más vulnerables en los lugares más apartados del país.
¿Por qué no hay una acción gubernamental contundente para proteger a los firmantes? No existen argumentos suficientes y válidos para comprender que la financiación estatal sigue siendo para fortalecer a toda la estructura armada del país, sin que esta sirva para cuidar la vida e integridad de las colombianas y los colombianos de a pie; porque existen esquemas de seguridad robustos y extremadamente costosos para congresistas y personajes de forma individual como el de Álvaro Uribe Vélez, pero hay campesinos muertos a diestra y siniestra a su alrededor.
No se quisiera ser “ave de mal agüero”, como popularmente se refiere la gente del común a lo que se ve venir, pero, si no existen respuestas estatales contundentes para enfrentar las condiciones de abandono e ignominia que se siguen enfrentando en la patria de Antonio Nariño y Manuela Beltrán, no cesará nunca la horrible noche, que nunca fue impuesta por las FARC-EP o por cualquier pueblo alzado en armas, sino que es total responsabilidad de quienes siguen ostentando el poder para unos pocos, a costa de muchos.