Chavela Villamil
Tras décadas de aplicación de un modelo antidrogas eminentemente punitivo, basado exclusivamente en la represión, y tras el aumento prospectivo del narcotráfico y los narcoadictos; queda en evidencia el fracaso del modelo y hace obligatorio desarrollar e implementar una nueva política antidrogas.
Es más que evidente que tras más de 4 décadas de implementación de una política antidrogas basada en la represión, la persecución de los productores y la estigmatización de los narcoadictos, mientras hay total permisividad para los países distribuidores y la Banca salvaguarda y limpia los narcodineros, los resultados no pueden ser otros que el aumento del narcotráfico y la intromisión de este en todas las esferas del poder.
La penetración del narcotráfico en el Gobierno ha permitido la consolidación de un Narcoestado, que deriva en la práctica que la economía ilegal sirve de locomotora que impulsa a la economía legal, mientras este precepto anide, la lucha contra las drogas no será más que demagogia y estará condenada al fracaso.
La derrota del opio
En la segunda década del siglo pasado, China producía el 90 por ciento del opio global y exportaba toneladas de heroína; sin embargo, hacia la década del 50 bajo la instauración de la República Popular China, el narcotráfico y la drogadicción fueron casi exterminados, ¿por qué China logró erradicar el narcotráfico y potencias como EEUU siguen sumidas en ese flagelo?
El Partido Comunista Chino entendió el fenómeno del opio como un problema eminentemente social, por tanto su tratamiento debería ser principalmente político, para lo cual era transcendental diferenciar los responsables nacionales y extranjeros del comercio del opio, de los opiómanos que eran las víctimas.
El Gobierno basó su política antidrogas en la educación pública, la conciencia de clase y la disciplina social; prohibió la estigmatización de los opiómanos y les proporcionó un tratamiento integral. Además, organizaron a la población para que contribuyera de manera consciente en la destrucción las redes de narcotráfico, a la par que dieron alternativas laborales a los opiómanos y personas que se habían visto forzadas a participar de este negocio ilícito.
Por otro lado, el Gobierno compró todo el opio en manos de los vendedores. A cambio, los vendedores tendrían que detener el desarrollo del opio para siempre. Desde luego, aumentó considerablemente las penas para quienes no se vincularan a este proceso de erradicación consensuada. De esta forma en solo 3 años lograron prácticamente erradicar el trafico de narcóticos [1].
Es imperativo cambiar el enfoque antidrogas
Según la Comisión Global de Política de Drogas de la ONU, la corrupción, el acoso policial y el abuso del poder del Estado se asocian con demasiada frecuencia a la acción policial. Esto no solo menoscaba los derechos de las comunidades y pone en peligro a las personas, sino que crea mafias dedicadas a preservar el trafico de narcóticos, lo que conlleva a una perpetuación del narcotráfico como mecanismo de poder [2].
Las políticas de drogas son un asunto transnacional que requiere respuestas coordinadas y multidisciplinarias, pero esto exige un nuevo paradigma que este basado en remediar los daños sobre la salud y la sociedad, causados por el consumo de drogas y por la equivocada legislación represiva.
La despenalización del consumo de drogas debe ser considerada la base de cualquier estrategia o política antidrogas. Un narcoadicto es un enfermo crónico que no debe ser castigado por su adicción, sino tratado adecuadamente, por lo que las medidas restrictivas de libertad son antagónicas de este enfoque.
Está demostrado que las políticas basadas exclusivamente en la represión constituyen un auténtico fracaso y tan solo alimentan a los sectores más reaccionarios de la sociedad; por tanto, ni la elevación de las penas, ni la coacción al consumo resuelven el trafico de narcóticos, solo incentivan la corrupción y proliferan la producción y comercialización del alcaloide.
La política de la represión a ultranza solo sirve para sostener el statu quo de las superestructuras represivas; por consiguiente, la única vía viable es una simbiosis entre salud pública y equidad social, donde el narcoadicto sea tratado integralmente y la sustitución de cultivos de uso ilícito vaya acompañada de inversión social integral.
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[1] Cómo la Revolución china acabó con la adicción a las drogas. Redspark, 4-09-2018.
[2] Informe la Aplicación de la Leyes de Drogas. Comisión Global de Política de Drogas, septiembre de 2020.
Tomado de: https://rebelion.org/estupefacientes-emergen-alternativas/