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Por Gabriela Méndez
Tenía solo doce años
y no sabía
que por ser mujer
indígena
niña
no se podía
salir a recoger guayabas
Busqué el árbol tupido
que da sombra
en el patio del colegio
esa tarde
intentando balancearme
entre sus ramas
Pero un soldado me sacudió
como animal muerto
entre las suyas
Y luego vino otro
Y otro
Y muchos más
Me taparon la boca
para que no gritara
La verdad
es que ni un grito
hubiera podido brotar
de mi garganta
Seca
Me arrancaron de la vida
como se arranca el fruto podrido
A mí
que ni siquiera había florecido
aún.
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