La marcha del 26, comienzo de un gran compromiso

El pasado viernes 26 de julio se llevó a cabo en la capital del país y en 128 ciudades y pueblos de Colombia y el mundo, una movilización pacífica en defensa de los derechos a la vida y la paz. Centenares de miles de ciudadanas y ciudadanos acudieron al llamado de Defendamos la Paz, con el propósito de expresar su respaldo a los líderes y lideresas sociales que trabajan por un país mejor, y a los firmantes del Acuerdo de Paz de La Habana, asediados por manos criminales.

La multitudinaria manifestación es prueba de que crece avasallante una ola de indignación nacional e internacional, contra los asesinatos de que vienen siendo víctimas mujeres y hombres que luchan por los intereses de sus comunidades. La nación se pone en pie para condenar la persecución contra el Acuerdo de Paz y quienes lo suscribieron. Líderes, lideresas y exguerrilleros caen impunemente porque encarnan la inconformidad de los sectores más vulnerables.

Por eso la marcha del viernes 26 de julio representa a su vez un reclamo directo al gobierno y el Estado colombianos. Por su negativa a admitir la verdadera dimensión del problema. Por su falta de acciones efectivas para parar ese desangre. Colombia no acepta más que se impute la autoría de los asesinatos al fantasma vago del narcotráfico. Hay intereses claros detrás de la secuencia de crímenes: tierras, explotaciones mineras, afectaciones a la naturaleza.

Por eso la multitud rodeó de solidaridad a los líderes y lideresas sociales, a las muchachas y muchachos que dejaron las armas y le apostaron a la actividad política y productiva pacífica. Les dijo, con el grito en sus gargantas, que no están solos. Es necesario ahora materializar en hechos concretos ese apoyo. La más grande conquista de los colombianos este siglo ha sido la paz, no podemos dejárnosla arrebatar, tenemos que ampliarla, hacerla realmente efectiva.

Los grupos rebeldes que insisten en una salida insurgente, las voces que claman por hacer trizas los Acuerdos y las que los llaman fracaso, las autoridades que adoptan posiciones ambivalentes y quienes desde el partido de gobierno azuzan la guerra, las bandas sucesoras del paramilitarismo, todos están notificados de que el pueblo colombiano rechaza y condena la violencia, el uso de las armas, las soluciones de fuerza. Aquí nadie quiere confrontación, sino paz.

Creemos que el gobierno del Presidente Duque debiera interpretar las voces de inconformidad con su presencia en la marcha de Cartagena, como clamores populares por decisiones firmes, para poner fin a los crímenes. Lo que el pueblo colombiano reclama es acción investigativa eficaz, que conduzca a la determinación y castigo de los responsables. Políticas públicas reales que garanticen la vida y la actividad reivindicativa de las comunidades. Sin banalizaciones que ofenden.

No puede ser que apenas finalizando la marcha, caigan asesinados Yisela Trujillo, líder ambientalista de Puerto Rico, Caquetá, y el líder indígena Emilio Vitucay en Conondó, Alto Andagueda, Chocó. El gobierno y el Estado están obligados a conocer cuáles son las zonas del país donde acaecen conflictos sociales graves entre comunidades pobres y poderosos intereses. No es difícil descubrir la procedencia de las autorías intelectuales, a menos que se quiera protegerlas.

Las comunidades deben recabar sin desmayo, el apoyo de las organizaciones defensoras de derechos humanos y la comunidad internacional. Organizar enlaces y contactos inmediatos para denunciar las amenazas y hostilidades de que son víctimas. Establecer sus propios sistemas de vigilancia y seguridad, que puedan alertar sobre planes criminales en su contra. Todos los que marchamos el 26 de julio debemos colaborarles al máximo en ello.

La marcha no puede agotar el compromiso de los colombianos y colombianas de buena voluntad. Ella debe ser apenas el comienzo de un gran esfuerzo por hacer de Colombia un país decente, donde se pueda vivir y pensar distinto, donde la organización popular sea un derecho intocable, donde el crimen y la violencia sean desterrados. Nuestro partido FARC se compromete a trabajar sin descanso en esa dirección, creemos en Defendamos la Paz y la apoyamos íntegramente. 

La movilización del 26 demuestra que somos una nación grande, llamada a conquistar muchas cosas para todas y todos sus habitantes. Así como el sueño de ver a ciclistas colombianos, ganando y ocupando lugares de honor en el Tour de Francia, se ha hecho realidad tras décadas de intenso esfuerzo, la pujanza de nuestra raza y la urgente necesidad de construir un país en paz y con justicia social, terminará por conducirnos a ello, siempre que no cedamos en este grandioso empeño.

Consejo Político Nacional 
FUERZA ALTERNATIVA REVOLUCIONARIA DEL COMÚN FARC 
28 de julio de 2019.