Las generaciones futuras merecen un mejor mañana

Las generaciones futuras merecen un mejor mañana

«El Acuerdo no fue para las FARC sino para todas las generaciones futuras que se merecen un mejor mañana. A todas y todos los invitamos a defender este empeño sagrado. No más odio e intolerancia en Colombia». Rodrigo Londoño – Timo

Al elaborar este mensaje mi intención no es otra que recordar el tránsito de la guerra a la paz entre el Estado colombiano y las FARC-EP, a fin de hacer notar que lo hecho en esta importante materia no ha sido un juego. Nuestro anhelo fue sembrar esperanzas, imponiendo un cambio en la sombría historia de esta sufrida patria, tarea sumamente difícil en la que seguimos empeñados, con la convicción de que aún es posible alcanzar un mejor futuro para todos.

Entre el 23 de febrero y el 26 agosto de 2012, etapa exploratoria cumplida en La Habana, había que establecer con certeza si las condiciones estaban dadas para alcanzar un acuerdo de paz. En el camino preparatorio para llegar a la capital cubana, el gobierno dio muerte de manera innecesaria, a nuestro Comandante Alfonso Cano, iniciador del proceso. Pese a ello, interpretando la voluntad de Alfonso, continuamos buscando salidas hasta lograr el Acuerdo General.

El 12 de octubre de 2012, plenipotenciarios de ambas partes iniciaron los diálogos en la ciudad de Oslo. El 23 de septiembre de 2015 me reúno en La Habana por primera vez con el señor Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para anunciarle a Colombia y a la comunidad internacional, que se había alcanzado un acuerdo único en el mundo, sobre justicia y puntos relacionados. Nació entonces el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición.

El 23 de junio de 2016, nuevamente en la capital cubana, sede permanente de los diálogos, suscribimos con el gobierno nacional los acuerdos de Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo y Dejación de las Armas y Garantías de Seguridad, en presencia de Raúl Castro, Presidente de la República de Cuba, Ban Ki-moon, el Secretario General de Naciones Unidas, y otras figuras de renombre continental y mundial.

El 26 de septiembre del mismo año, en Cartagena de Indias, frente a testigos de máximo reconocimiento internacional, el Señor Presidente Santos, en su condición de Jefe de Estado, y el suscrito, en representación de las FARC-EP, dimos por finalizadas las conversaciones al firmar el Acuerdo de Paz para la Terminación del Conflicto y la Construcción de Una Paz Estable y Duradera. Seis puntos de la mayor importancia para la reconciliación y la justicia social en nuestro país.

Contemplamos en él cambios de alcance estructural en el sector rural, la justicia restaurativa, la terminación de la guerra con dejación de armas incluida, los mecanismos de reincorporación con verificación internacional, las garantías de futura subsistencia y proyectos productivos de beneficio múltiple para excombatientes, sus familias y la comunidad rural, y otros de fundamentales alcances, que suscribimos las dos partes con el propósito de garantizar la indefinida perduración de la paz.

Tras los conocidos tropiezos y enmiendas que representó el plebiscito del 2 de octubre, el 24 de noviembre de 2016 firmamos una nueva versión del Acuerdo, tras introducirle al primero las modificaciones sugeridas o exigidas por importantes sectores de la vida nacional. Esta vez, en el Teatro Colón de la ciudad de Bogotá. Seguidamente el Congreso de la República, Senado y Cámara por separado, refrendaron por aplastante mayoría el susodicho Acuerdo Definitivo.

El 27 de junio de 2017 la Misión de la ONU en Colombia anunció que ya había almacenado las 7.132 armas individuales de las FARC-EP, un día antes del acto en el que se dio por concluido el desarme de nuestra fuerza. El 1 de septiembre de 2017 se dio a conocer oficialmente la transformación de nuestra organización armada en partido político. El 11 de marzo de 2018 acudimos a las urnas, cumpliendo con la palabra empeñada. Lo acordado tenía como fin cumplirse.

Los Estados facilitadores y amigos de proceso, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo mismo que la opinión pública nacional e internacional, son testigos de los tropiezos sufridos en el proceso desde la firma del Acuerdo Definitivo en el Teatro Colón. El Congreso Nacional, en incomprensible gesto de hostilidad, decidió desconocer importantes aspectos y compromisos pactados en La Habana, bajo la batuta caprichosamente interesada del señor Fiscal General de la Nación.

Sistemáticos hechos de sangre han segado la vida a un elevado número de nuestros reincorporados, ensañándose al tiempo contra defensores de derechos humanos y líderes sociales, poniendo en riesgo la estabilidad y credibilidad de todo el proceso. Sumemos a la lógica alarma, la ineficacia del Estado en materia de implementación legislativa y la lerda atención oficial de las necesidades básicas en los hoy llamados Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación.

Presidente Santos, lo conocimos en la guerra. Tan feroz se mostró en el campo de batalla, que llegó a cometer sentidos errores. Sin embargo debemos reconocer su valentía en la búsqueda de la paz. Hubo quienes lo calificaron de traidor por haber reconocido el conflicto interno y allanado el camino a la reconciliación nacional. Ha tenido que enfrentar el odio, la mentira, la polarización y las más sucias tretas de diversos sectores empeñados en hacer naufragar la paz.

Recién llegamos de reflexionar en Cartagena con usted y dos ilustres personalidades, el Expresidente de España Felipe González y el Expresidente de la República de Uruguay José Mujica. Este último fin de semana, con ellos como testigos, acordamos nuevos derroteros y metas. Buscamos nuevos alientos. Siga adelante, Santos. Usted es el Presidente de Colombia y Jefe de Estado hasta el último minuto del último día de su mandato. Por favor, reoriente, implemente, ni un paso atrás.

El Acuerdo de Paz está blindado. Así lo entendió la Corte Constitucional al declarar exequible el Acto Legislativo número 02 de 2017. Lo reconoce el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Lo acepta y aplaude la comunidad de naciones. No vamos a forzar absolutamente nada, se trata simplemente de honrar la palabra que comprometió al Estado colombiano y a nuestra antigua insurgencia. El hermoso sueño de la paz puede ser una realidad irreversible si usted decide actuar.

Señor Néstor Humberto Martínez, un gesto suyo a favor de la paz podría cambiar la percepción del país en torno a sus actuaciones. Mantuvo silencio durante las conversaciones de paz, habiendo tenido la oportunidad de aportar a su mayor éxito en diversos escenarios, el Consejo de Ministros, para solo mencionar el de mayor jerarquía, y teniendo los oídos del Jefe del Estado a su alcance en su propio despacho todos los días. Entonces obró como desentendido.

Una vez elevado a Fiscal General de la Nación intentó hacer trizas aspectos centrales del Acuerdo. A algunos les torció el brazo dejándolos truncos y a otros los ha desconocido olímpicamente. Sabe usted cuáles son. Ahora orquesta imputaciones penales con alcances de extradición, carentes de veracidad, acompañadas de procedimientos caprichosos, que afectan sensiblemente el nombre de importantes integrantes de nuestras filas.

Senador Álvaro Uribe Vélez, le extendí desde La Habana un ramo de olivo en momentos en que se desarrollaban los diálogos de paz. Quise conversar con usted sobre la manera de sacar al país entre todos, dentro de un espíritu de reconciliación, de los embrollos y la violencia que los suele agobiar. Hasta donde conozco, el Presidente Santos no se opuso a esa iniciativa. Para entonces ya las FARC-EP habíamos aceptado recorrer la plenitud de los caminos de la legalidad internacional.

Habíamos admitido los principios centrales de la Carta de la Organización de Naciones Unidas, del Derecho de los Derechos Humanos, del Derecho Internacional Humanitario y el Estatuto de Roma. Entendíamos que debíamos acogernos a la Jurisdicción Especial para la Paz y al sistema integral de verdad, justicia reparación y no repetición. Y que habríamos de comparecer ante la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.

A estas alturas debe tener claro usted que los desarrollos del proceso terminarán por conducirlo ante la Jurisdicción Especial para la Paz. Solo esa razón explica su afán por destruir la justicia especial, sueño imposible, y el que su candidato a la Presidencia, por insinuación suya, proponga una sola Corte para Colombia, pretendiendo arrasar con ello las instancias de jurisdicción ordinaria en las cuales su nombre, por razón de sus múltiples conductas, se ventila y encuentra en vilo.

No obstante, aceptando que usted, nosotros y muchos otros nos encontramos a las puertas de responder ante la justicia, por conductas relacionadas con el conflicto interno, bueno sería darle al país un ejemplo acerca de en qué consiste la búsqueda y el esclarecimiento de la verdad. Por esto, le formulo una nueva invitación. Encontrémonos ante la Comisión de la Verdad, con el propósito expedito de aclarar nuestras responsabilidades del pasado. Fije la fecha e iremos juntos.

Mientras tanto, quisiera dirigirme a la doctora Ingrid Betancur, a Clara Rojas, a Sigifredo López y a todos los colombianos y colombianas que en uno u otro momento fueron a parar a las llamadas cárceles de las FARC, incluyendo desde luego a policías y soldados y a las familias de todos ellos. Deseamos pedirles perdón público por todos y cada uno de los sufrimientos ocasionados en los trágicos días de la guerra, por lo que les planteamos coordinar esfuerzos para tal evento.

A todos los colombianos y colombianas es mi deseo recordarles que al firmar los Acuerdos de La Habana, la suerte de nuestro país quedó echada. Construimos entre contrincantes a muerte una fórmula de reconciliación y justicia social para nuestra patria. El Acuerdo no fue para las FARC sino para todas las generaciones futuras que se merecen un mejor mañana. A todas y todos los invitamos a defender este empeño sagrado. No más odio e intolerancia en Colombia.

RODRIGO LONDOÑO ECHEVERRY

Presidente de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común FARC

Bogotá, 9 de mayo de 2018



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