Nos queda mucho por inventar

Nos queda mucho por inventar

Hace 30 años, sonaban de forma estrepitosa por todas partes las sirenas del cambio; al toque de pitos, campanas y sirenas se quería cerrar de una vez por todas y para siempre, las páginas de aquel primer capítulo de lo que hoy podríamos llamar el presente de un pasado soñador.

Con la caída del muro de Berlín salieron al ataque los clásicos defensores del modelo capitalista y lógicamente no iban a faltar los oportunistas de siempre. Con una gran sonrisa vaticinaban el fin del bloque socialista y con esto, incluso el fin de las ideologías.

Nada más vano, más ruin o desafinado,  si observamos las nuevas realidades, que aunque vale la pena decirlo, se evidencian gracias a la coyuntura del COVID 19, demuestran la incapacidad del modelo capitalista y su fase neoliberal para hacerle frente a las exigencias de la humanidad y la tierra en su conjunto.

Durante tres décadas nos enrumbaron por los caminos del desarrollismo puro, se crearon toda clase de nuevas herramientas, se reinventaron, potenciaron y perfeccionaron en niveles impensables muchas de las ciencias que hoy conocemos, al tiempo que logramos penetrar  en los más remotos lugares del planeta para extraer de éste todo cuanto fuera posible y mantener la locomotora de la productividad andando  al mil por ciento.

El desarrollismo llevó a la desaparición de los pueblos y en su lugar aparecieron los mercados y junto a estos toda una nueva conceptualización de la realidad. Ya no hablamos de campesinos, pues el lenguaje neoliberal los conceptualizó como obreros agrícolas, desaparecen los policultivos y se edifica en su lugar los monocultivos, no hablamos ya de biodiversidad, pues nos dirigimos a ésta como “recursos” naturales; lo público entra en vía de extinción para ceder lugar al nuevo concepto que describe la naturaleza misma del nuevo modelo, lo privado.

Al abrir nuestras fronteras, primero tuvieron que hacer una gran campaña para convencernos de nuestra incapacidad para ser independientes, toda una serie de seguidillas tratando de crear la percepción de que en un país como Colombia es mejor importar gran parte de los productos agrícolas  de su canasta familiar que seguirlos produciendo en sus propios campos. Pero al mismo tiempo se nos dió la tarea casi que a nivel mundial en el marco de ese nuevo estado de apertura  de ser productores de materias primas, cohibiendo así nuestra oportunidad de desarrollar la industria y con ésta la posibilidad de generar mejores condiciones de vida.

llegaron los TLC y con ellos la desaparición de gran parte de nuestra pequeña y media industria, la agudización de la crisis del campo, la degradación de las condiciones laborales, así como el deterioro del sistema social en su conjunto. La salud, la educación, los servicios públicos y muchos aspectos estratégicos de nuestra economía se fueron de alma dejando su cuerpo acá, que más que cuerpo, ahora son verdaderos tentáculos del capital internacional.

Ahora el estado solo pervive en su concepción más cruel, aquella en la cual se legitiman algunas instituciones que tienen como objetivo crear las condiciones necesarias para mantener la política de mercados y los intereses de las multinacionales y transnacionales al orden del día.

 Luego de 30 años de políticas neoliberales la humanidad se ve enfrentada a la gran pandemia del COVID 19 y se rompe la poca relación que hasta ahora venía existiendo como sociedad, entrando de esta forma en lo que podríamos llamar un shock existencial. Sí, un periodo de reflexiones crudas, donde son muchas las interrogantes que se deben abordar y que traen consigo la necesidad de algo diferente, algo nuevo, innovador, que ha de abrir las puertas y ventanas para que los estados se vean a sí mismos como lo que son, verdaderos pueblos, dejando de esta forma a un lado la arrogancia que los caracteriza.

La pandemia aun cuando surge en medio de cuestionadas versiones, sí tiene algo claro y es su nivel de afectación a la tranquilidad del género humano en su conjunto al tiempo que bien podríamos llamarla la madrina ambiental del siglo XXI.

Obviamente, ahora más que nunca se evidencian los intereses más mezquinos que pueden aflorar de algún espécimen humano, si es que acaso se puede definir como tal, llamando a proteger los intereses de las empresas, de las multinacionales, de las trasnacionales, enmarcados dentro de su concepción desarrollista, donde el centro de la evolución no es la generación de condiciones para el buen vivir, pues en su lugar se configuran los intereses particulares y privados.

Es allí donde de nuevo surgen grandes reflexiones sobre la capacidad de modelo neoliberal y capitalista para garantizar el desarrollo pleno de la humanidad y el planeta; nos encontramos frente la quimioterapia terrestre más grande de los últimos 100 años, más allá de las guerras que siempre han girado en torno a la prepotencia y arrogancia de quienes las promueven  como una forma natural de acumular sus riquezas.

Es el tiempo de las reflexiones sobre este modelo  y la humildad se ha de convertir en la guía.

Afloran todo tipo de gestos de solidaridad frente a la crisis, motivada por la preocupación de lo desconocido, ninguna de las guerras recientes había logrado tal grado de filantropismo en algunos casos y de hermandad en otros. Se debate el dilema de MERCADO VS EXISTENCIA y nos obliga a retornar a nuestro estado primario como seres humanos.

Las reflexiones de esta nueva etapa de la humanidad nos deben llevar a pensar en lo nuevo, aquello que no surge de la nada, pues hay asomos de realidades que son sumamente distintas donde por convicción y no por conveniencia, el buen vivir se sitúa en el centro del desarrollo de estos nuevos modelos de estado.

No vemos por ningún lado a los próceres de la patria de Duque, el capitán América y toda su legión de súper amigos llegando a nuestras costas para apoyarnos incondicionalmente en nuestra lucha contra el COVID 19. Los héroes de las mil batallas en Hollywood, Fox, TNT, Paramount Pictures y NETFLIX  no hallan qué hacer con sus enormes arsenales, más allá de su diciente silencio frente a la teoría de su papel como agente liberador del virus en la China; no se observan gestos y acciones contundentes al menos para preservar la salud y vida de sus propios ciudadanos.

Irónicamente la Cuba de Fidel  sale con sus brazos abiertos y repletos de humanismo para solidarizarse con los pueblos del mundo. Un pueblo que ha crecido en medio del genocidio propuesto por el bloqueo norteamericano. Fue precisamente el amor a la humanidad, el deseo de combatir la infelicidad, lo que ha hecho de este pueblo el ejemplo más digno de los últimos tiempos.

¿De qué otra forma podemos explicar que una de la naciones más pequeñas del caribe, sin la gran industria, sin enormes empresas multinacionales y trasnacionales; sin grandes flotas militares aéreas o fluviales, sin enormes ejércitos  pisoteando la dignidad de los pueblos; sin el dominio de las materias primas de gran parte del mundo; sin la ayuda de los estudios y utilerías de la gran industria del cine; sea ella precisamente la que nos dé esta gran lección?

Es fácil decir que al hacerle frente a la crisis debemos cerrar las fronteras, lo difícil es hacerlo en un país de apertura, neoliberal. Dejarán de llegar las más de diez millones de toneladas de productos agrícolas que antes eran nuestros y que ahora vienen del extranjero. Ni modo de echar a andar las industrias que algún día fueron y que hoy solo viven en los recuerdos de cientos y miles de desempleados. También es muy difícil dar por suspendido el cobro de gran parte de los servicios por parte del estado, ya que estos son propiedad privada en una gran mayoría. La banca no sale a salvar el estado, el estado en su conjunto propugnan por defender la banca. Ni los grandes medios juegan el papel pedagógico que la crisis exige porque el rating no es para eso, su efectividad y alcances son para validar el sistema.

Ahora pretendemos aplaudir, entre otros, al campesinado colombiano por su gran labor produciendo alimentos, pero hace algunos años cuando en barricadas peleaban contra el ESMAD  y el estado por haberlos dejado en el más completo abandono esos aplausos no surgieron de las gentes; Y eso no es todo, hemos descampesinado a Colombia y los pocos que quedan en una gran mayoría son personas mayores que se niegan a sucumbir ante el desarrollismo e irónicamente hoy son una de las poblaciones más propensas a sufrir los estragos del COVID19.

Dejamos de creer en las capacidades propias, nuestros abuelos aun creían en ello y por eso hacían de sus pequeñas parcelas una herramienta práctica en dirección a la auto-sostenibilidad y las relaciones sociales completaban el resto, por medio del trueque y la empatía que producía en sentirnos reconocidos.

Ahora debemos vernos hacia adentro, en correspondencia con esta nueva lección que nos da la vida, para sabernos, para reconocernos, para empoderarnos y evidenciar así nuestros aciertos, limitaciones y potenciales.

Debemos ser nuevamente pueblo y el estado deberá corresponder a esto. Debemos ser en la medida de lo posible auto-sostenibles y las relaciones de hermandad entre los pueblos deberán completar lo faltante. Debemos ser socialmente viables, abriendo nuestros ojos al mundo para convivir con éste en todas sus dimensiones.

Sin lugar a dudas hay mucho que debemos hacer entre todos; y valga la pena decirlo antes de que se me olvide, motivado por esa profunda responsabilidad que tenemos con más de 8 millones de pulmones que habitan a Bogotá, debemos parar el transmilenio, hasta cuando sus vehículos sean realmente amigables con el resto del mundo.

Debemos aprender de las lecciones que da la vida, del fracaso del sistema neoliberal que nos impidió mirar nuestras propias capacidades, para dejar el futuro de la humanidad en mano de los privados sean estos trasnacionales, multinacionales o como quieran llamarse.

Que los aplausos sean de ahora en adelante para quienes abren los ojos, dejando a un lado la oscuridad del individualismo que no permitía vernos, creando la posibilidad de avanzar en nuevas direcciones con el fin de lograr las condiciones necesarias en las cuales podamos hablar por fin del buen vivir.

Federico Montes Integrante del Consejo Nacional de los Comunes del Partido-FARC



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