01 Mar Verdades inconclusas sobre aquel 27 de febrero
Por Isabela Sanroque, Dirección Nacional de Comunes
La Cuchilla de Las Ánimas, en San Juan de Sumapaz, fue el escenario de un operativo efectuado por la Quinta División del Ejército contra los Frentes Antonio Nariño y 51° Jaime Pardo Leal de las extintas FARC-EP, el 27 de febrero de 2009. Era uno de muchos despliegues militares desatados en todas las zonas donde la organización guerrillera tuvo presencia. Esta operación enmarcó la muerte de 10 insurgentes y la captura de 11 más. Sin embargo, aún siembra dudas frente a la manera como procedieron los soldados que la ejecutaron:
La camarada Mariana Páez iniciaba esa trágica mañana un curso de formación política e ideológica. Enseñar era una de las actividades que más le motivaban. Su carisma y sentido del humor le permitieron destacarse. Tenía especiales cualidades para relacionarse con las tropas guerrilleras y con el campesinado. Con argumentos llevaba en alto las ideas revolucionarias, que con la lectura dominaba y difundía, entre alfabetizaciones y respuestas a todas las preguntas que le hacían.
Llevaba el cabello corto y azul, porque lavarse el cabello en el frío del páramo implicaba un gran esfuerzo. Además, la tintura que le llegó de manos de un campesino era de ese color, muy original para la época y cualquier campamento guerrillero.
Pero su sonrisa inmensa, profundas convicciones y sensibilidad fueron impactadas por las balas, lo que no impidió que dejara un legado de consagración a la causa revolucionaria.
Según la versión inicial, difundida por los grandes medios de comunicación, “la Comandante Mariana Páez fue capturada durante la operación”. Más adelante, otros reportes de prensa señalaron que “fue abatida en combate” y que, aparentemente, la captura de una mujer con características físicas similares a ella generó semejante confusión. Aún no se ha esclarecido la verdad sobre esto.
En ese contexto murió también Leidy, una indígena valiente, pequeña de estatura y con una voz firme que retumbaba dando órdenes. Sobre su atuendo verde olivo, portaba coloridos accesorios que destacaban sus facciones kubeas. Ella había sobrevivido a varios ataques durante la Operación Libertad Uno, ejecutada por el Ejército desde 2003, en Cundinamarca. No hay duda de que combatió hasta el final, pero la presencia desproporcionada de soldados no le permitió sobrevivir.
Con un tiro en la nuca efectuado a mínima distancia fue entregado el cuerpo de Valentina Guevara Nariño a su familia. Había sido profesora de primera infancia, originaria de Ciudad Bolívar. Su cabello rubio y rostro cubierto de pecas, fue admirado por sus pacientes en la camilla de odontología, pues se formó en esta área en los campamentos guerrilleros. De la manera como murió hay incertidumbre, aún no avanza un proceso de investigación que permita determinar si hubo acciones indebidas por parte del Ejército: “rematar” o dar “tiro de gracia” era una práctica común en los peores años de guerra contrainsurgente.
A la morgue llegó el cadáver de una joven de 18 años que dos días antes vino desde Fusagasugá al campamento. Fue corto su paso por las FARC-EP, pero no menos importante. Aún no había definido su nombre guerrillero. Le sobraba energía para trotar por esas montañas paramunas y le emocionaba pensar en la formación política que adquiriría.
Cientos de guerrilleros y guerrilleras creyeron en la Nueva Colombia que intentamos fraguar en las montañas y entregaron su vida por ese noble propósito, que ha posibilitado la firma del Acuerdo Final de Paz y los avances alcanzados en su implementación, pese a todos los obstáculos que enfrentamos.
Hoy honramos la memoria de quienes cayeron hace 15 años, especialmente de las cuatro compañeras, cuyo ejemplo de dignidad mantiene viva la añoranza de una Colombia en paz con justicia social, en la que también obtengamos verdad sobre la muerte de nuestros y nuestras camaradas.