16 Sep Carta abierta
Doctor:
Humberto de la Calle Lombana Bogotá D.C.
Apreciado doctor de la Calle:
La lectura cuidosa de su columna titulada Lo que faltaba: las otras trizas, publicada en el diario EL ESPECTADOR el pasado domingo 13 de septiembre, me mueve a aceptar la invitación que nos hace a reflexionar en este momento, que califica de quiebre.
Es cierto que Colombia atraviesa por un momento crítico. Basta con observar la forma como las autoridades policiales acribillan a trece ciudadanos como reacción a sus protestas callejeras ante la brutalidad del crimen del abogado Javier Ordóñez a manos de la misma policía, en una acción que todos reconocemos como no aislada.
La justa indignación ciudadana ante la sistemática arbitrariedad de las autoridades se intenta encubrir recurriendo a viejas argumentaciones, que anuncian el reinicio de la vieja confrontación que los colombianos hemos buscado terminar de modo definitivo. Eso de apelar a conspiraciones extranjeras y planes previos de organizaciones armadas de vieja y nueva data, simplemente agrega más leña al fuego de la violencia y el horror.
Se repite de nuevo el intento de dividir a los colombianos en malos y buenos, siendo estos últimos los que están con su fuerza pública y sus acciones, sin importar sus efectos. Tal situación pone de presente el designio del gobierno nacional, de privilegiar las soluciones de fuerza por encima de los derechos ciudadanos, coronando sus planes de monopolizar por completo el poder y sus controles constitucionales.
En la opinión de importantes sectores es esta la verdadera amenaza que se cierne sobre el país. Colombia se aproxima aceleradamente a una dictadura civil al servicio de intereses transnacionales y de poderosos grupos empresariales, financieros y mafiosos. Para nadie es un secreto que tan peligrosa alianza busca sepultar los Acuerdos de Paz de La Habana.
Al leer su columna, no pude evitar recordar la entrevista concedida por usted al diario EL TIEMPO el día 8 de junio del año 2019, que el periódico tituló “La paz y los acuerdos están en peligro”, resaltando una de sus frases. Allí expresaba usted lo siguiente:
“El problema de fondo en Colombia hoy, y es lo que está en riesgo, es la concepción, tolerante, abierta y pluralista de la Constitución del 91. Y de ahí se derivan acciones contra el acuerdo de paz, acciones para omitir las responsabilidades de otros actores, los victimarios, no son solo las Farc, hay militares que desviaron su camino, paramilitares, terceros financiadores, y luego, en estos temas de orden moral, un deseo de instaurar un Gobierno bastante autoritario y que pretende manejar la vida de los colombianos”.
Un año largo después la situación se ha agravado de modo ostensible. Por eso me llama la atención lo expresado por usted de entrada en su columna del pasado domingo:
“Después de resistir por varios años la consigna de volver trizas el Acuerdo del Colón, aparece ahora una nueva amenaza que puede resultar aún más nociva. No exagero. Nunca antes el riesgo sobre el Acuerdo ha sido mayor. Recientes declaraciones de miembros de las Farc sobre el tema del reclutamiento de menores de edad…”
Lo que para usted representaba un grave peligro hace 15 meses, significa hoy muy poco frente a lo que a su juicio estamos haciendo los exguerrilleros. Hemos comparecido muchas veces ante la Jurisdicción Especial para la Paz y la Comisión de la Verdad. Y lo seguimos haciendo. En concordancia con las etapas procesales aprobadas en La Habana.
Me pregunto si usted conoce la totalidad de nuestras versiones. O se encuentra, como la mayoría de los colombianos, confundido y manipulado por la campaña de desinformación promovida por los sectores de extrema derecha. Sospechosas filtraciones de las audiencias, hábilmente escogidas para manosear la opinión, no pueden seguir siendo la guía para calificar nuestro aporte a la verdad y la responsabilidad.
Es por eso que hemos acordado solicitar a la JEP la publicación completa de las largas horas de cada una de las versiones suministradas por nosotros, así como que en adelante nuestras exposiciones sean transmitidas en directo por la televisión, a objeto de que todo el país y la comunidad internacional las conozcan directamente. Seguramente que los amigos de los derechos de las víctimas nos apoyarán en esta solicitud.
Esa ultraderecha que usted denunciaba hace quince meses, posiciona en la mente de muchos colombianos, algunos de ellos tan ilustres como usted, que los antiguos combatientes de las FARC no le estamos cumpliendo al país ni a las víctimas. Así consiguen que dejen de verla a ella como el mayor peligro para la paz y la democracia de Colombia.
Dejemos que se conozcan nuestras versiones completas. Y esperemos los públicos y sucesivos reconocimientos de verdad y responsabilidad que iremos haciendo sobre distintos hechos delictivos y atroces cometidos por parte nuestra durante el conflicto. Esto será más útil para los colombianos y colombianas, que las manifestaciones emocionales inducidas por odiosos cálculos.
Lo que sí resulta absolutamente indispensable para cerrar definitivamente el conflicto, es el reconocimiento de verdad y responsabilidad por parte de los otros actores. Esos que usted mencionaba en 2019 y los demás que quieren pasar de agache. Los altos funcionarios del Estado, los empresarios, los militares que desviaron el camino, los paramilitares. Sería muy importante que personalidades de su talla hicieran suya esa bandera.
El país debe conocer la responsabilidad de importantes sectores empresariales en las acciones criminales del paramilitarismo. Y cómo altos funcionarios del Estado emplearon su poder para encubrirla. ¿Cómo fue posible que el caso del parqueadero Padilla en Medellín fuera trasladado a Bogotá y finalmente regresara a esa ciudad propiciando la impunidad absoluta? Lo que necesitamos es voces clamando porque se corra el velo de semejantes complicidades en las alturas.
Sucesivas argucias fueron difuminando la responsabilidad de ellos con la verdad, la responsabilidad, la reparación y la no repetición, por encima de lo expresamente pactado en La Habana. Usted recordará la pataleta del alto mando militar horas previas al acto del teatro Colón, para conseguir que se modificara unilateralmente por el gobierno lo pactado en materia de responsabilidad por cadena de mando.
No solamente irrespetaron al Presidente con su altanería, sino que se salieron con la suya. Otros actores consiguieron ser excluidos de su deber en momentos distintos, ya fuera en los trámites en el Congreso o en las sentencias de la Corte Constitucional. Ninguno está haciendo lo que nosotros, pese a lo cual se nos quiere presentar como los victimarios del Acuerdo de Paz.
Créame, doctor de la Calle, que somos los más empecinados en cumplir con lo pactado en La Habana, al mismo tiempo que en exigir el cumplimiento del mismo por parte del Estado. Llegó el momento de que todos los defensores de la paz estemos del mismo lado.
Atentamente su compatriota y amigo,
RODRIGO LONDOÑO ECHEVERRY
Bogotá, 16 de septiembre de 2020