22 Ene Carta abierta al Presidente Duque
«La guerra, en definitiva, es un desastre para un país y un pueblo. Más aún cuando enfrenta fuerzas internas, hijos de la misma tierra, hermanos unidos por siglos de historia»
Sin duda cuando en un futuro escriban sobre el pasado de nuestra nación, registrarán la estupidez de haber permanecido más de cincuenta años matándonos unos a otros.
Recuerdo ahora la intervención de Gabino en una reunión cumbre celebrada en Venezuela con nosotros, reunión autorizada y facilitada por el gobierno de Colombia hace seis años.
Con mucho sentimiento expresaba que nuestro pueblo estaba hastiado de la guerra, que si en cincuenta años no habíamos hecho la revolución ni tomado el poder, había que ensayar otra vía.
Algo semejante pensábamos nosotros, y Dios sabe que hicimos cuanto estuvo a nuestro alcance por conseguir que el ELN se vinculara al proceso de paz que desarrollábamos en La Habana.
Llegamos a acuñar la fórmula de un solo proceso, dos mesas de diálogo. El ELN planteaba que al pasar ellos a la fase pública de las conversaciones, trabajarían conjuntamente con nosotros.
Con infortunio para Colombia las cosas no se dieron así. Mientras nosotros avanzamos hasta la firma del Acuerdo Final, ellos terminaron estancados en su mesa de diálogos.
La experiencia histórica enseña que las cosas no ocurren por azar. La situación en que se halla el país tras el atentado en la escuela de cadetes y la clausura de los diálogos con el ELN lo prueba.
De tiempo atrás se produce un avance de las fuerzas de la derecha. En Estados Unidos, la Unión Europea, América Latina. Colombia no es la excepción. Algunos hablan del péndulo.
De acuerdo con esta teoría, necesariamente volverán los tiempos de la izquierda. Lo justo sería que aprendiéramos a convivir con respeto y tolerancia, en lugar de sembrar un odio irracional.
En el imaginario colectivo priman ideas sobre las primeras, asociadas por lo general a profundos ajustes económicos, represión, violación de derechos humanos, guerra y arbitrariedad.
De igual modo sobre la segunda se difunden estereotipos como los ataques a la propiedad, populismo, estatismo, adicción al poder, ineficiencia, escasez y hambre generalizada.
Es así como al llegar usted a la Presidencia de la República, muchos pensaron en el regreso de la guerra, el despojo, el paramilitarismo, los falsos positivos, las mañas reeleccionistas.
De inmediato se imaginó el escenario de la confrontación con Venezuela, de la complicación de las relaciones con Cuba, con las Cortes, del afán por hacer trizas los Acuerdos de La Habana.
No cesamos de preguntarnos si las cosas necesariamente deben darse así. Al posesionarse, usted aseguró que llegaba al poder una generación sin los prejuicios del pasado.
Una generación dedicada a promover el entendimiento, el trabajo en equipo y la construcción de consensos. Llamada a gobernar libre de odios, de revanchas, de mezquindades.
Puede mirarse el futuro con escepticismo, pero los revolucionarios estamos obligados a hacerlo con visión optimista. Quizás su pacto por Colombia fuera un New Deal, un Nuevo Trato.
Si seguimos por la senda que hoy traza, estaremos destinados a Estado fallido. Podrá criticarse cuanto quiera, pero tras la firma de los Acuerdos de La Habana tenemos un país mucho mejor.
En febrero de 2002 hacíamos esfuerzos por sostener la Mesa del Caguán. Hasta que sin consulta, una unidad nuestra desvió un avión en el Caquetá y secuestró al senador Gechem.
Nadie en nuestro Secretariado hubiera dispuesto algo así. Pero sucedió, dando lugar al fin del despeje y a una guerra de 15 años que costó la vida a incontables compatriotas.
La salida dialogada se produjo finalmente, pero al precio de metros cúbicos de sangre, de dolor sin límites. Ninguno ganó, todos perdimos. En la confrontación pasan cosas, hay que entenderlo.
En el parte de golpes al ELN durante su gobierno, usted sólo mencionó cifras de capturados y desmovilizados. Debió también incluir los dados de baja, sin duda numerosos.
En eso consiste la irracionalidad de la guerra, en sólo lamentar las pérdidas en las fuerzas propias y desdeñar las producidas en el contrario. Es lo que deshumaniza y pervierte la conciencia.
Coincidimos en el que ELN debe dar muestras de su voluntad de paz. El secuestro y el terror no tienen cabida hoy. Tampoco el terror de Estado. Ni los crímenes de líderes y reincorporados.
Pero Presidente Duque, lo que la inmensa mayoría de colombianos vemos venir con la cancelación del diálogo, es precisamente la multiplicación masiva de esos horrores durante años.
Lamentablemente, dolorosamente, pero también inevitablemente, es lo que sucederá. Evitémosle eso a Colombia, a sus hijos, a sus madres y padres. No precipite usted la guerra total.
Se lo decimos nosotros, que logramos sacar a buena parte de nuestros compatriotas del infierno. Presidente, siempre será mejor la paz que la guerra. Cuente con nosotros para la primera.
RODRIGO LONDOÑO ECHEVERRY
Presidente del partido FARC
Bogotá, 19 de enero de 2019.